HISTORIA SIN RETORNO Nº 2
Un perro, Campeón. Vivía solo con él y llegó a incomodarme. Lo llevé al bosque, lo dejé atado con una piola que pudiera romper con un poco de perseverancia y volví a casa.
En un par de días lo tuve rascando la puerta; lo dejé entrar.
Se me hizo intolerable; lo llevé a un bosque más lejano y lo até a un árbol con una piola más gruesa (sabía que el defecto no estaba en la piola sino en la fidelidad del animal, quizás tenía la secreta esperanza de que esta vez no pudiera liberarse y muriera de hambre).
Volvió algunos días después.
Entonces supe que el perro volvería siempre. No me atrevía a matarlo por temor a los remordimientos; y pensé que aunque lograra efectivamente perderlo, en un bosque más lejano aún, viviría con el temor constante de su regreso; atormentaría mis noches y enturbiaría mis alegrías; me ataría más su ausencia que su presencia.
Entonces dudé apenas un instante ante la majestad del bosque compacto que se alzaba ante mis ojos -umbrío, imponente desconocido-; resueltamente, comencé a internarme, y seguí internándome hasta que, finalmente, me perdí.
EL JARDIN (La casa abandonada)
No logramos ponernos de acuerdo en el asunto del área del jardín. Coincidimos, sí, en que, visto desde la vereda, o desde el sendero que lo divide en dos y conduce a la casa, aparenta tener unos ochenta metros cuadrados (m 8 X m 10); la discusión comienza a partir del momento en que uno se interna entre sus yuyos, sus yedras, sus plantas sin flores, sus insectos, los caminos de hormigas, las lianas y los helechos gigantes, los rayos de sol que se filtran, de trecho en trecho, a través de las copas de los altísimos eucaliptos; las huellas de los osos, el parloteo de las cotorras, las serpientes enroscadas en las ramas -que alzan la cabeza y silban cuando pasamos cerca-; el calor insoportable, la sed, la oscuridad, el rugido de los leopardos, el abrirse paso a machete, las altas botas que llevamos, la humedad, el casco, la lujuriosa vegetación, la noche, el miedo, el no encontrar la salida, no encontrar la salida.
EL UNICORNIO (La casa abandonada)
Se cree que es la hierba lo que lo atrae; por supuesto que no hay ninguna certeza en torno a este asunto, y nuestras teorías no tienen mayor fundamento científico. Pero es interesante anotar algunos datos.
Hemos clasificado a la hierba (trabajo realizado por Ángel, el vegetariano) como una variedad criolla -que parece darse sólo en este jardín- de la Martynia lousiana, que crece en América del Norte; tiene flores grandes, amarillentas, moteadas de violeta. Una vez al año da fruto: una cápsula terminada en punta, con forma de cuerno.
De ahí su nombre popular, Planta Unicornio, y de ahí -según nosotros- la visita anual del animal a nuestro jardín.
A pesar de la paciente vigilancia no lo hemos visto; pero hemos visto, sí, la hierba comida, recortada por dientes, hemos visto un orificio en la tierra -como producido por la punta torneada de un paraguas-, en el borde elevado del charco de agua; hemos visto las huellas de patas de caballo, hemos encontrado bosta fresca, hemos oído una noche flotar un suave relincho, hemos hallado a la mañana siguiente a Luisa -de dieciséis años, que se había plegado a nuestro grupo días atrás-, con el pecho atravesado por un enorme único agujero, desnuda, monstruosamente violada.
MARIO LEVRERO (Montevideo, 23 de enero de 1940- 30 de agosto de 2004)
Me encantan los microrrelatos, de estos me gustó el cuento del perro Campeón, aunque el pobre fuera tan repudiado por su humano
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Me alegro, Eva. Todos estos cuentos breves pertenecen a un libro precioso, La máquina de pensar en Gladys. Muchas gracias por comentar. Abrazo, Valeria
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Me gusta el estilo, la forma elegante y minuciosa, pero directa, que caracteriza la producción de Mario Levrero, hasta tal punto que cuando en cuestión de un minuto leo uno de sus tres cuentos, quisiera que no hubiera terminado, que siguiera escribiendo, que continuara escribiendo sobre lo mismo para seguir leyendo. Será porque siento una profunda debilidad por los animales, lo que hizo Mario con Campeón en su cuento, me hizo odiarlo. Y cuando se perdió en el bosque me sentí feliz.
Esa casa abandonada es tétrica. El jardín es tétrico y mientras avanza en el jardin ya la locación cambia, parece que estuviera en una jungla donde abundan las culebras, leopardos y demás bichos. La lectura nos lleva a un mundo sin fin, sin salida. Y lo del Unicornio es aberrante. Eso sí, no quiero que termine el cuento, quiero seguir leyendo, quiero llegar hasta el final. Quiero saber si lo encontraron. Quiero saber qué pasó. Quiero saber…
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