El microrrelato de los viernes: Un cuento breve de Los demonios del lugar

LA AURORA DE ZÜRN

Se me permite en ocasiones especiales salir del lugar donde me oculto. Desde que comenzó la metamorfosis vivo entre las sombras del bosque de miraguanos. Por decoro. Indudablemente, estas excrecencias anómalas de mis flancos me inquietan cada vez más. Sobrepasan ya todo cálculo. Y ni siquiera experimento hacia ellas una pizca de malsana fascinación. Mi eje de rotación ha cambiad en la medida en que, durante el proceso, me vi orlado por una serie de serpentines paralelos que mantienen ahora mi equilibrio, pero no de una manera específica sino mediante precarias traslaciones De hecho, esa especie de blandas columnas basculantes, de estolones flexibles y carnosos que se superponen al desplazarse, imposibilitan la más sencilla de las maniobras. Pronto habré de sustituir sin remedio nuestra cómoda trayectoria helicoidal por una posición angular de estos instrumentos y su grotesco avance alternado. El armazón óseo, además, ha multiplicado considerablemente mi área expuesta a la luz. Desistí con el tiempo de atar cabos, de idear hipótesis más rigurosas que la de simples afecciones metabólicas para un hecho de semejante naturaleza. Acaso se trate, después de todo, de alguna evolución regresiva. Mientras tanto, mi desguarnecido organismo se contrae de temor en el centro del bosque, y si intenta expresar sonidos de congoja lo hace a través de su nueva y peluda zona superior, un lugar operacional en cuya base sobresale una oscura gruta que se abre y se cierra a voluntad. Agonizante, sueño con la absolución de mis iguales, aunque tal esperanza se revela en seguida desprovista de todo fundamento: esta penosa aberración no contiene matices. Las aves melifágidas del bosque me observan con curiosidad, revoloteando en torno mío, planean sobre la extraña bestia, sobre el repulsivo ser binario dotado de cuatro extremidades con cinco apéndices móviles brotando de cada una de ellas, capaces de atenazar y coronadas, a su vez, con cinco púas coriáceas, arañadoras, hendidoras, que no dejan de crecer, según he podido advertir en esta raza abominable e inmunda a la que ahora pertenezco. 

ÁNGEL OLGOSO (Cúllar Vega, Granada, 1961). El cuento seleccionado pertenece al libro “Los Demonios del lugar”, Almuzara Estudios S A.