Mario Vargas Llosa o la apoteosis de la novela

Con Mario Vargas Llosa (1936-2025) se va un novelista, un ensayista y un articulista de excepción, que, además, escribía obras de teatro. Sin duda, su legado literario figura entre los más consistentes de la literatura en lengua castellana, o en cualquier lengua, especialmente en el terreno de la novela, con veinte obras que desafían a cualquier otro escritor en cuanto a calidad y cantidad de obras maestras. Repasémoslas someramente.

La ciudad y los perros (1963). Primera novela y primera obra maestra de una carrera literaria sin igual. Un Vargas Llosa de 26 años nos deja con la boca abierta ante esta novela perfecta en fondo y forma, de estructura inatacable, que narra una historia compleja y visceral ambientada en el colegio militar donde él mismo estudió. La obtención del premio Biblioteca Breve concedido por la editorial Seix Barral y el éxito de la novela suponen el detonante del boom de la literatura hispanoamericana.

La casa verde (1966). Formalmente la más compleja de sus novelas, es una incursión en el tema de la selva, pero alejada de localismos y folclore regional. Asentada en un manejo soberbio de las técnicas narrativas contemporáneas, es su segunda obra maestra.

Conversación en La Catedral (1969). Tercera obra maestra y quizá su mejor novela. Intensa y ambiciosa novela urbana ambientada en los años de la dictadura de Odría, supone otra demostración apabullante de la arquitectura perfecta con que Vargas Llosa construye sus obras.

Pantaleón y las visitadoras (1973). Por primera vez irrumpe el humor en la narrativa de Vargas Llosa con una novela hilarante sobre un servicio especial de prostitutas destinado a los soldados que sirven en la Amazonia peruana. De nuevo el tema de la selva en una novela innovadora y de estructura diamantina, sin narrador visible y compuesta de retazos de información (cartas, informes, noticias, recortes…), que, sin embargo, se lee sin dificultad alguna. Cuarta obra maestra. 

La tía Julia y el escribidor (1977). Que resulta ser la quinta obra maestra. Como en la novela anterior, el humor a raudales corre por esta obra imaginativa y de estilo más clásico, si se quiere, con un fuerte contenido autoficcional.

La guerra del fin del mundo (1981). La sexta obra maestra consecutiva y una de sus mejores creaciones. Novela total, maravillosamente ambiciosa, heredera de las grandes novelas del XIX, con Tolstói de fondo en una narración que, por primera vez, abandona la ambientación peruana para trasladar la historia a un Brasil dominado por el fanatismo religioso.

Historia de Mayta (1984). Novela que introduce el tema de la narración metaficcional, pues la historia nos habla de un tal Mario Vargas Llosa que busca materiales para escribir su libro sobre el revolucionario trotskista peruano Alejandro Mayta. La solidez de la narración y la fuerza y convicción de su prosa hacen posible que considerarla obra maestra no sea un disparate.

¿Quién mató a Palomino Molero? (1986). Historia de corte policial, quizá sea la novela menos lograda de su autor, pero a buen seguro sería la mejor obra de cualquier otro escritor.

El hablador (1987). Novela en principio de ambición contenida que demuestra ser un compendio de las ideas de Vargas Llosa acerca de lo que supone la ficción para el ser humano como individuo y como parte de una sociedad. La ficción como alimento indispensable y primigenio del ser humano, sueño y búsqueda de vidas mejores alternativas desde el principio de la historia. Además, la narración autoficcional de la etapa de Vargas Llosa como director de un programa televisivo es desternillante, al nivel de las novelas humorísticas de la década anterior.

Elogio de la madrastra (1988). Divertimento de trasfondo erótico que viene acompañado de una serie de cuadros con sus correspondientes descripciones. El Vargas Llosa más desenfadado, pero sin abandonar su maestría compositiva y estilística.

Lituma en los Andes (1993). Regreso a la novela de corte más serio, con el terrorismo de Sendero Luminoso como hilo narrativo. El retorno del Vargas Llosa novelista tras la pausa que supuso su carrera fracasada hacia la presidencia del Perú. 

Los cuadernos de don Rigoberto (1997). Nuevo divertimento erotizante, continuación de Elogio de la madrastra, pero incorporando un sutil juego estructural ausente en aquella y que solamente se comprende a carta cabal hacia el final de la novela. Por ello, esta novela es algo más que un mero divertimento.

La fiesta del Chivo (2000). Otra obra maestra que supone el resurgir del Vargas Llosa más excelso. Novela de dictador –ese brillante subgénero que nace en 1926 con el Tirano Banderas de Valle-Inclán–, nos adentra en los horrores del régimen del dictador dominicano Trujillo, abandonando por segunda vez la ambientación peruana. Sin duda, una de las mejores novelas de Vargas Llosa.

El Paraíso en la otra esquina (2003). Soberbia novela que roza la obra maestra. Alterna la historia del pintor Paul Gauguin con la de su abuela Flora Tristán, de ascendencia peruana y una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres. La búsqueda del ideal, del paraíso en la tierra, aúna a ambos personajes en una narración ambiciosa de estimulante factura técnica.

Travesuras de la niña mala (2006). Novela de estructura lineal, poco frecuente en Vargas Llosa, donde cada capítulo retrata alguna de las ciudades donde el propio autor pasó su vida. Conmovedora a ratos, brutal por momentos, de nuevo una gran novela que se esconde bajo la apariencia de un mero pasatiempo.

El sueño del celta (2010). Obra ambiciosa que cuenta las peripecias del irlandés Roger Casement a principios del siglo XX. Otra historia de búsqueda del ideal enfrentada a las dificultades de la realidad. Como en muchas novelas del autor, los capítulos pares e impares se alternan con saltos en el espacio y el tiempo, delatando una rigurosa construcción. Quizá la novela no alcance la potencia de otras obras de Vargas Llosa, pero también esta sería claramente la mejor novela de cualquier otro escritor.

El héroe discreto (2013). Novela de tono optimista, quizá ligeramente forzado, en la que se presenta un Perú donde por fin ha triunfado hasta cierto punto el progreso económico y social. Quizá la novela que deja traslucir de manera más evidente el pensamiento liberal de Vargas Llosa.

Cinco esquinas (2016). Comienza con esta novela un crescendo que culminará en la última. Vargas Llosa nos lleva al Perú de Fujimori en una narración magnífica con un último capítulo que es en sí mismo una obra maestra.

Tiempos recios (2019). Novela de sólida construcción que nos sumerge en las entrañas del golpe militar de 1954 en Guatemala, a través de una narración donde se mantiene la tensión hasta la última página. Roza la obra maestra y es la mejor novela de Vargas Llosa desde La fiesta del Chivo.

Le dedico mi silencio (2023). Última novela del autor y cierre glorioso de su carrera literaria. Una novela que sorprendentemente nos retrotrae por forma y fondo a sus novelas de sus primeros años, sobre todo de los años setenta. Algunas de las mejores páginas de Vargas Llosa las encontramos en esta su última novela, que no sería descabellado calificar de obra maestra.

Dentro de su obra narrativa, aparte de las novelas, Vargas Llosa escribió relatos y una novela breve:

Los jefes (1959). Su primer libro publicado. Conjunto de cuentos donde ya se advierte la inmensa calidad literaria del autor y preanuncia una fulgurante carrera.

Los cachorros (1967). El autor vuelve al mundo de la juventud y la adolescencia, con tonos similares a los de La ciudad y los perros, para demostrar de nuevo su magistral dominio de las formas, ahora a través de la novela breve.

“El hombre de negro”​ (2019) y “Los vientos” (2021). Sesenta años después de sus primeros cuentos, Vargas Llosa regresa inesperadamente a este género, confirmando su maestría también en este campo. El segundo de los cuentos, “Los vientos”, es una pequeña obra maestra en la que el autor ensaya por primera vez en toda su obra la narración distópica, ambientando la narración en un Madrid del futuro donde han triunfado hasta sus últimas consecuencias los presupuestos de esa civilización del espectáculo sobre la que Vargas Llosa teorizaba en un ensayo homónimo de 2012. Además, es un retrato perfecto (quizá un autorretrato) de lo que suponen los achaques de la vejez.

En definitiva, una trayectoria narrativa incomparable y excelsa que difícilmente podrá repetirse en mucho tiempo.

Andrés Ortega

PS: la foto que acompaña a este texto se tomó en la Biblioteca Nacional de Madrid durante una conferencia que allí pronunció Mario Vargas Llosa el 15 de diciembre de 2004. La foto nos la sacó precisamente David Baró, a quien agradezco que me haya prestado el espacio de “El perchero literario” para publicar esta semblanza.