Yo que tú

Negar la evidencia: esa era la consigna. Ada se puso en marcha con sus esquís cargados al hombro, sin darse la vuelta hacia el marido que la había acompañado en coche hacia su primer día esquiando. Se despidió sacudiendo la mano libre que apretaba la tarjeta de papel del abono a las pistas, donde lucía la foto de él, sus ojos oscuros bien a la vista y su sonrisa perfecta que llamaba la atención sobre el jersey de cuello alto y los tirantes de goma de rayas.

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¡Airear!: Sin conciencia ni inocencia

Yo a Sam no lo olvidé nunca. No porque fuera mi primer amor, y lo fue; y no porque estuviera enamorada del él: lo estuve un tiempo, bastante largo, aunque no larguísimo, pero ya no.

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