Iris Menegoz

Nací y crecí en Milán.

Estudié lo mínimo y necesario para no ser analfabeta. Empecé a trabajar a los 15 años. Mi padre, por cierto sin saberlo, me dijo lo mismo que estaba escrito en la entrada de Auschwitz. «El trabajo te hace libre». Yo me encontré con la libertad demasiado pronto. No estaba preparada para manejarla. Ella fue culpable de mis primeros errores.

No era ni fea ni preciosa pero gustaba a los chicos y eso ayudó un montón a reforzar mi autoestima. Era también romántica y soñadora, dos características responsables de mis desastrosas elecciones en tema de amor.

He recogido más fracasos que éxitos; mi gran, único y verdadero triunfo fue mi relación con el cáncer. Luché con alegría. Perdí el pelo pero jamás las ganas de vivir.

¿He sido feliz? No lo sé. A veces creo que sí.

¿Mi defecto? Es que no tengo un lado oscuro.