Reblogueado desde bailar sobre arquitectura:
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La exposición retrospectiva sobre la obra de Rafael Moneo, que se muestra actualmente en la Fundación Barrié de A Coruña, es una ambiciosa muestra que recoge una selección de sus trabajos desde sus inicios –el curioso proyecto de centro emisor en la plaza del Obradoiro que le permitió ganar la beca de Roma en 1962- hasta su triunfo internacional tres décadas más tarde con obras como la catedral de Los Ángeles, el zoco de Beirut o el museo de Estocolmo; y evita ilustrar obras polémicas – como la desafortunada intervención en Ávila o la ruinosa residencia del embajador español en Washington- para presentar a la posteridad el legado canónico de este gran arquitecto.
La oportunidad de ver dibujos legendarios –como la axonometría seccionada del museo de Mérida- y fabulosas maquetas de algunos de sus mejores proyectos (Mérida, Kursaal, L’Illa Diagonal), unida a la presentación de proyectos y concursos tempranos muy poco divulgados (Plaza de toros de Vitoria, ayuntamiento de Amsterdam…) justifican por si solos la visita.
Vista en conjunto, la trayectoria del arquitecto español más respetado internacionalmente- nuestro único premio Pritzker- muestra una constante lucha entre la defensa de ciertos valores intemporales (la seriedad, la solidez, el respeto al contexto y la tradición) y el deseo de participar activamente en las discusiones teóricas y tendencias internacionales de cada momento.
El hecho de que su obra responda a sólidos postulados teóricos le ha permitido jugar un papel decisivo, tanto desde la docencia como desde el ejemplo que dan sus propias obras, en la transmisión y promoción de ese mesurado clasicismo moderno que ha caracterizado buena parte de la mejor arquitectura española contemporánea.
Rafael Moneo necesita explicar el porqué de sus obras, como demuestra el propio título de esta exposición “Rafael Moneo. Una reflexión teórica desde la profesión. Materiales de archivo (1961-2013)” o la publicación hace unos años de “Apuntes sobre 21 obras” donde cada proyecto le servía para explicar la aplicación de un concepto teórico (Urumea y “el tipo”, Bankinter y “la geometría de lo contingente”, Logroño y “los edificios como fragmentos de ciudad”…).
El rigor académico que le ha permitido crear escuela y -al minimizar los riesgos- asegurarse un altísimo porcentaje de aciertos, tiene como contrapartida la dificultad de construir obras que emocionen o sorprendan con la intensidad que lo hacen las de algunos otros arquitectos que se dejan guiar en mayor medida por el instinto y -conscientes de lo impúdico que resulta ventilar en público su poética personal- prefieren hablar únicamente a través de sus obras.
Iago López
10/11/2013