
LA MANTIS RELIGIOSA
Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm. de
mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del
Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza
cáscara.
Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido
a un macho
vacío.
La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:
el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando
hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado,
acaso demasiado presta
Y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso
ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,
que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,
y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula
a la muerte.
Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra
queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta
del macho.
Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra
de agradecimiento.
JOSE WATANABE (Trujillo, 17 de marzo de 1945 – Lima, 25 de abril de 2007)
La ilustración pertenece a Watanabe Seitei. El poema pertenece al libro El huso de la palabra



Nosotros los venezolanos conocemos la mantis con otro nombre, la llamamos saltamontes, es la primera vez que leo este nombre de mantis. Tampoco sabía que al realizar el coito la mantis hembra prácticamente succiona al macho hasta dejarlo un cascarón. En algún sitio leí que es la araña, un tipo de arácnido que después del coito la hembra devora por completo al macho, que si quiere salvarse tiene que huir rápidamente antes de que lo alcance esa cosa viscosa que segrega la hembra. José Watanabe tuvo entre sus dedos un macho mantis, ya seco, ya copulado, muerto feliz después de haber vivido la aventura de amar aunque fuera un ratito. A José se le volvió nada el mantis, allí entre sus dedos se quedaron los restos de un final lleno de felicidad después de haber vivido el coito, el rastro del amor.
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por suerte no somos mantis religiosas…. o por lo meno no todas….
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es que no conosco la situacion sentimental de l’autor, està seguro que fué un momento de reflexion profunda sobre sus sentimientos de amor, o no?
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