
EL HUMO DEL CIGARRO
Miras a contraluz el suelto hilo
que se devana en fáciles volutas.
Y en esa trasparente arquitectura
reconoces un ritmo, el equilibrio
de una danza precisa.
EL HUMO DEL CIGARRO
Miras a contraluz el suelto hilo
que se devana en fáciles volutas.
Y en esa trasparente arquitectura
reconoces un ritmo, el equilibrio
de una danza precisa.
SONETO 94
Los que pueden herir y, aún así, nunca hieren,
Los que no hacen aquello que exteriorizan más
Y los que, aún conmoviendo a otros, no se inmutan,
Son como piedras, fríos, sin que los tiente nada.
En el palacio Mocenigo donde vivió solo Lord Byron usaba los grandes salones Para ver la soledad espejo a espejo Y la belleza de las puertas cuando nadie pasabaLeer más
ASENTAMIENTO
El matrimonio no es
una casa, ni siquiera una tienda de campaña
es anterior, y más frío:
Leer másLA IMAGEN DE UNA MUJER FRENTE
AL DUOMO DE FLORENCIA
come vertute in Petra preziosa
GUIDO GUINIZZELLI
A Beatriz Magán
Un témpano dorado del color
del trigo hecho piedra:
ESO
Mi cansancio
mi angustia
mi alegría
mi pavor
mi humildad
mis noches todas
mi nostalgia del año
mil novecientos treinta
mi sentido común
mi rebeldía.
Mi desdén
mi crueldad y mi congoja
mi abandono
mi llanto
mi agonía
mi herencia irrenunciable y dolorosa
mi sufrimiento
en fin
mi pobre vida.
El haiku no solo emplea una antiquísima métrica determinada (tres versos que suman un total de diecisiete sílabas distribuidas en la siguiente fórmula: cinco, siete, cinco) sino que es un modo concreto (atento, silencioso, asombrado y libre) de estar en el aquí y ahora del mundo.
En esa larga tradición literaria que comenzó hace siglos, en Oriente, se inscriben los doscientos haikus reunidos de Carlos Pintado, en El árbol rojo; doscientos microorganismos poéticos de altísima complejidad en su deslumbrante sencillez. La sabiduría y belleza que condensan alcanzan para construir un universo breve pero lo suficientemente poderoso como para adherirse en la conciencia del lector.
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FUGA DE LA MUERTE
NEGRA LECHE DEL ALBA la bebemos de tarde
la bebemos a mediodía de mañana la bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavarnos una fosa en los aires no se yace allí estrecho
Vive un hombre en la casa que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu pelo de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus mastines
silba ante él a sus judíos hace cavar una fosa en la tierra
nos ordena tocad a danzar
INVITACIÓN
está puesta la mesa y no has venido
pero aún queda un instante
aún queda un instante
para preguntarnos
quién nos ha salvado
a quién condenamos
por quién debimos morir
I
DE LA CASA QUE QUISE
Para mi abuelo Pedro y su casa del Preguntoiro,
en Santiago de Compostela
Huele a frío la casa,
torcida,
del abuelo.
Huele a sábanas frescas
y a humedad, sin embargo.
En moho se convierten
los que se dignan verla.