.
En 1940, el periodiodista Manuel Chaves Nogales estuvo en París hasta pocos días antes de la llegada de los nazis. Sabía que la gestapo lo había fichado por sus actividades contra la dictadura, por lo que viajó con su familia, primero a Burdeos y desde allí a Londres. En Francia había conocido testigos que le habían contado lo que estaba pasando. Escribió La agonía de Francia, libro necesario para comprender la especificidad. del nazismo fuera de alemania.
En primer lugar, su texto rechaza el mito de la ciudadanía francesa. París, la gran ciudad moderna, escribe Nogales, es una criatura inanimada aunque los ciudadanos siguieron circulando por sus tranvías, cuando sus teatros y cines continuaron funcionando, cuando sus mercados y bares abrían, cuando los guardias no dejaron de regular el tráfico. Y así fue. El Estado puede desaparecer y su pueblo “caer en la esclavitud sin que el autobus haya dejado de pasar por la esquina a la hora exacta, sin que se interrumpan los telefono, sin que los trenes se retrasen un minuto ni los periódicos dejen de publicar una sola edición”.
Un estado puede ser vencido y su pueblo invadido sin que se produzca una reacción popular de masa, pero no es posible que el servicio municipal de limpieza deje de recoger las basura durante muchas horas. Eso la masa moderna no lo soporta. Los nazis lo entendieron. Y, dejando que París funcionase perfectamente, prefirieron utilizar otras medidas para dominar la ciudad. Por ejemplo, usaron la táctica recogida por Hitler en Mein Kampf de que una mentira repetida mil veces llega a parecer verdad. Así doblegaron el buen sentido de los soldados franceses.
También se valieron de una técnica que había tenido éxito en la Guerra Civil española: el empleo de la aviación para desalentar a la retaguardia más que como arma de destrucción. Y finalmente, los escuadrones del pánico fueron eficaces como nunca. Numerosos ciudadanos franceses fueron secuestrados sin oponer resistencia.
Los nazis invadieron París sin necesidad de luchar (a las cuatro de la mañana Hitler estaba mirando la Tour Eiffel). Hay quien opina que la ciudad fue entregada para evitar la destrucción de los monumentos artísticos y arquelógicos con los bombardeos.
La derrota de Francia hace el autor se cuestione la devoción de los demócratas europeos por Francia y denuncia el uso que los comunistas han hecho del fascismo como simple y eficaz instrumento de propaganda del partido. También hoy es impresionante constatar cómo la mentalidad nazi sedujo a algunos de los mejores cerebros de Francia. Seducidos no tanto por el nazismo sino por la figura de Hitler y lo que re presentaba.
Solo una voz francesa se salva: la resistencia silenciosa de las mujeres. Nogales describe cómo lucharon las mujeres francesas. Cientos de miles de mujeres pasaron por los centros de clasificación y reeducación y por las fábricas de la defensa nacional. Un trabajo durísimo que no todas pudieron soportar. El autor les rinde así su merecido homenaje como la única verdadera resistencia, por la cual ellas no se han atribuido mérito alguno.
Una lectura imprescindible para aprender y no repetir.