Literatura Española e Hispanoamericana del siglo XX clase del martes 2/12/2014
Profesora: Valeria Correa Fiz.
El miércoles pasado dimos la última clase de literatura del primer trimestre en el Instituto Cervantes de Milán. Hablamos de «El Aleph» de Jorge Luis Borges, como podéis leer en la precedente entrada que hay en esta rúbrica de Aire Nuestro.
Yo ya tenía el libro titulado «El Aleph», del que había leído algunos cuentos como por ejemplo «Emma Zunz». Quizás es el libro de cuentos más representativo del escritor argentino. Fue publicado en 1949, y reeditado por el autor en 1974. Sin embargo «El Aleph», nunca lo había leído. Lo leí esa misma mañana antes de ir a la clase. La ventaja de leer con un iPad, es que hay un acceso simultáneo a internet y a diccionarios de varios idiomas, lo que considero de gran utilidad para leer a Borges. Fue un experiencia extraordinaria, lo que describí a mis compañeros de clase como un orgasmo intelectual.
Normalmente, prefiero leer rápidamente sin detenerme en cada palabra que no entiendo perfectamente, a lo mejor vuelvo a leer de nuevo un párrafo o si la palabra se repite mucho consulto el diccionario. Pero en el caso de Borges procedo de manera diferente, me gusta seguir su pensamiento, el enlace cultural que hay en todos los rincones como si fuera un internet 2.0, saborear su sutil humor inglés, en suma, dejarme llevar por el universo borgesiano.
En este cuento hay tres historias que se entrelazan: la primera es una historia de amor casi quijotesca, y la segunda, relacionada con la anterior, un historia de rivalidad literaria. Borges nos relata ambas historias con su inconfundible estilo que hay que ingerir en cucharaditas culturales. En la tercera parte y después de una aceleración repentina surge el Aleph que, contiene uno de los párrafos más famosos de la literatura latino americana, es una explosión de imágenes casi surrealistas.
Este cuento, de hecho, lo clasifican los estudiosos como formando parte del «realismo mágico». Os traduzco aquí una definición buena que he encontrado en el wikipedia francés:
El realismo mágico es una apelación utilizada por la crítica literaria y la crítica de arte desde 1925 para rendir cuenta de producciones o de elementos percibidos y declarados como « mágicos », «sobrenaturales » e « irracionales » que surjan en un contexto definido como « realista », es decir un contexto histórico, geográfico y cultural verosímil. De este modo la realidad reconocible se convierte en el sitio natural de manifestaciones paranormales y oníricas.
Para mí lo fantástico fue que, al leer el famoso párrafo, me vinieron también a la mente imágines de mi propia memoria en un desorden falsamente incoherente come ocurre en los sueños. Así que no sé si este cuento es irreal, porque cuando estoy en la oscuridad o cierro fuertemente los párpados estas visiones casi oníricas me aparecen.
En cualquier caso os aconsejo que leáis este fabuloso cuento por primera, segunda o enésima vez, os gustará cada vez más.
Jean Claude Fonder
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En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico, yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
(…)
El curso reprenderá el 13 de enero, se tratará de un ciclo sobre la literatura femenina.