Quien escribe este artículo no tiene mucha simpatía por el género policiaco en versión bonsai, es decir con formato de cuento. También los maestros inalcanzables como tía Agatha y papá Simenon, siempre para quien escribe, no sacaron lo mejor de sí mismos cuando se dedicaron a este género. Quien firma estas líneas está también totalmente enamorado (sin posibilidad ni deseos de cura) de la inspectora Petra Delicado, creada por mano de la excelsa escritora Alicia Giménez-Bartlett.

Sei casi per Petra Delicado es la excepción que confirma la regla. En español salió a la venta hace unos meses con el título Crímenes que no olvidaré y tenía nueve cuentos, tres más que la versión italiana. Sin embargo, esta falta no quita fuerza a una antología que nos regala episodios, escritos a lo largo de varios años, en los cuales Petra Delicado se encuentra en momentos tópicos de nuestra cultura (Navidad, Carnaval, vacaciones veraniegas) o cae en “peligrosos lugares de frontera” (una escuela o su misma comisaría).
¿Por qué estas páginas son una excepción respecto a mi posición crítica, que considera el cuento un espacio narrativo limitado para este género? Precisamente porque en los cuentos de la escritora castellana no sufrimos el “efecto mp3” es decir la compresión del sonido. La inspectora y su fiel vice Fermín Garzón no actúan como si estuvieran comprimidos en un espacio de tiempo que les quita la respiración y los lectores pueden saborear con calma el perfume de una historia negra.
Barcelona (y por una vez Roses) no ofrece sino unos motivos de vida cotidiana (y esta es una costumbre de la novelista) y los dos protagonistas nos abren la puerta de ambientes en los que los delitos han sido cometidos con la personalidad y los gestos que hemos conocido y amado desde su primera aventura juntos (Ritos de Muerte).
Dentro de estas microhistorias flotan los fastidios de la inspectora y las intolerancias de su compañero de trabajo, los malhumores y las inopinadas aperturas humanas, la tenacidad del sabueso, la inteligencia de la experiencia y el talento de la sangre. Los enredos de los casos son sencillos, ça va sans dire, y las investigaciones tienen un ritmo de velocista.
Dejo para el final la que considero la joya que, en su debida proporción, yo situaría entre los mejores títulos de Alicia Giménez-Bartlett, y que tiene como título Vero amore. Un cuento de cuarenta páginas que no trata el tema homónimo y no necesita una página más para ser considerada la guinda de la obra completa de la escritora.