Gracias a la vida

Hoy, aprovechando unos días de descanso, hemos ido a Bolonia a visitar la exposición La colección Gelman, arte mexicano del siglo XX. Desde Milán se tarda casi dos horas, incluso menos. Además Bolonia es una ciudad preciosa, que merece la pena visitar. Nos hemos levantado con un día precioso, con sol, y buena temperatura, así que no podíamos tener más suerte.

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Después de una brevísima cola en la taquilla, entramos en Palacio Albergati donde se exponent principalmente las obras de Frida Kahlo y otros autores – entre otros Diego Rivera, Rufino Tamayo, David Alfaro Siquieros y Angel Zarraga, La exposición recoge las obras de la colección Gelman, de Jacques y su mujer Natasha. La pareja, muy amiga de Diego Rivera y de Frida Kahlo, empezó a coleccionar obras a partir de 1941 y aquí se exponen muchos de los auotrretratos que Frida pintó en su trayectoria artística.

La energía de Frida, su gran amor por Diego Rivera y por la pintura se respiran en todas las salas de la exposición. A pesar de los graves problemas de salud que la obligaron a pasar mucho tiempo en la cama o en silla de ruedas, y su deseo de maternidad que no pudo cumplirse, Frida vivió una vida de lo más completo, pintó más de 200 telas, y dio clases de pintura con enorme entusiasmo. Sus alumnos la recuerdan como una profesora que apostaba por la libertad del artista, sin límites, sin fronteras. Es tan fuerte su personalidad y brilla con tanta intensidad su estrella, que todo aparece secundario, incluso su “Dieguito” – Diego Rivera – a quien amó a pesar de sus muchas infidelidades.

Las telas de Frida tienen un carácter muy personal, la realidad se admira a través de su visión soñadora, su mirada hacia el mundo, hacia lo que la rodea y con una técnica libre de prejuicios y conformismos, más alla de la escuela surrealista.

Además de las obras y la carrera artística, Frida se convirtió en una icona, con su forma de vestir y su estilo muy personal. Sus vestidos, claro homenaje a México, su patria querida, se pueden admirar expuestos en una sala que recoge también una copia de la cama construida especialmente para ella, para que pudiera pintar tumbada, cuando, en los últimos tiempos, se vio obligada a pasar largos ratos acostada.

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La última sala es la más intensa. Allí se puede admirar un único cuadro, acompañado por las notas de Gracias a la vida de Violeta Parra, “Autorretrato como Tehuana. Diego en mis pensamientos” de 1943, donde Frida remarca su amor hacia Diego, el marido tan querido. En el cuadro Frida lleva el traje de Tehuana que Diego amaba tanto. Y esta última sala resume todo el recorrido de la exposición: un himno a la vida, a pesar de las desaventuras y de la desdicha. Este es el legado de una mujer revolucionaria.

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Laura Pollachini García