«Hacía trece días que estaba en tierra y había ido once veces al barco. En este tiempo, traje todo lo que un solo
par de manos era capaz de transportar, aunque no dudo que, de haber continuado el buen tiempo, habría traído el barco entero a pedazos. Mientras me preparaba para el duodécimo viaje, me di cuenta de que el viento comenzaba a soplar con más fuerza. No obstante, cuando bajó la marea, volví hasta el barco. Cuando creía haber saqueado tan a fondo el camarote, que ya no hallaría nada más de valor, aún descubrí un casillero con cajones, en uno de los cuales había dos o tres navajas, un par de tijeras grandes y diez o doce tenedores y cuchillos buenos. En otro de los cajones, encontré cerca de treinta y seis libras en
monedas europeas y brasileñas y en piezas de a ocho, y un poco de oro y de plata.
Cuando vi el dinero sonreí y exclamé:
-¡Oh, droga!, ¿para qué me sirves? No vales nada para mí; ni siquiera el esfuerzo de recogerte del suelo.
Cualquiera de estos cuchillos vale más que este montón de dinero. No tengo forma de utilizarte, así que,
quédate donde estás y húndete como una criatura cuya vida no vale la pena salvar. (…)
No obstante, pude llegar a salvo a mi tienda, donde me puse a resguardo, rodeado de todos mis bienes.»
extracto de «Robinson Crusoe», D. Defoe
En el día del libro de este año os habéis puesto en el lugar de un náufrago, un poco como el de Defoe. No os lo hemos puesto muy fácil, pero os habéis atrevido a escoger 1 sólo libro que os llevaríais en una isla desierta y ¡aquí van los títulos de vuestros tesoros!