Club de lectura: La emperatriz de Lavapiés de Jorge F. Hernández

miércoles, 20 de noviembre de 2019 18h

La emperatriz de Lavapiés de Jorge F. Hernández

Club de lectura
Coordinadora:

Valeria Correa Fiz

Biblioteca del Instituto Cervantes, via Dante, 12

(Reserva obligatoria.)

  • Este libro puede comprarse en Librería Il libro, Via Ozanam, 11 (MM1 Lima) 022049022

La emperatriz de Lavapiés de Jorge F. Hernández

Una locura a la manera de Alonso Quijano: atravesar la noche del Atlántico para buscar a una mujer.

Pedro Torres Hinojosa, madrileño afincado en México, vuelve a su ciudad natal después de sesenta años para buscar a la mujer de sus sueños, de quien el destino lo separó. Como un don Quijote finisecular, sale todas las noches a buscar a su Dulcinea perdida por el barrio de Lavapiés. Estos paseos le permiten conocer las voces y los espíritus de ambos lados del océano: en las callejas madrileñas, don Pío (Baroja) y Max (Aub), entre otros, lo alientan a seguir.

En medio de una deliciosa confusión de tiempos y lugares, deambula del barrio de Argüelles, la Gran Vía, Paseo de la Reforma, Insurgentes, a la calle de Alcalá y la Zona Rosa, siempre acompañado por las melodías de Agustín Lara.

Su viaje se irá haciendo doble: al oso y al madroño españoles se sumarán el águila y el nopal mexicano; a los paseos por el retiro, los de Chapultepec, tapas y cafetines, música y amor, un entramado de momentos entrañables del que surgirá la inolvidable Carmen.

México y España, las canciones de Agustín Lara uniendo ambas urbes a través de la música y el amor. El mestizaje de la fantasía en el recuerdo. La nostalgia por lo que quizá nunca fue. Jorge F. Hernández ha escrito una novela que tiende puentes, desdibuja las fronteras y hace de ambos países un territorio común.

por Juan José Reyes

Siempre Dulcinea
Jorge F. Hernández, La emperatriz de Lavapiés, Alfaguara, México, 1999, 321 pp.

Hay una buena cantidad de orgullo en el enamorado que ha obtenido correspondencia. Pueden brotar de él aires insospechados, alardes que parecerían impropios, aplomos que dan razón del mundo y de los sueños. Tal orgullo engorda cuando el enamorado es un hombre de setenta años que recupera sus energías adolescentes. Aquí está el motor incesantemente reactivado a lo largo de un viaje único de varias estaciones y desvíos en la zona de la memoria y en la de la construcción onírica. Es el viaje de Pedro Torres Hinojosa, quien había llegado a México a los diez años, se hizo un precoz aficionado taurino, un fiel e imaginativo enamorado, un empleado más o menos oscuro, un solitario que paseaba el proyecto único de poner su ser y sus pies en el Madrid suspenso ante sus ojos en aquella lejana infancia para dar con su enamorada de la vida, una Carmen que no está donde debiera y que ocupa todo espacio, dándole razón, color y aromas.
Jorge F. Hernández ha planteado su novela desde estos elementos primarios para ir perfilando las aristas de su presente personaje, el don Pedro tránsfuga, a quien va redondeando, llenando de las prendas correspondientes a este viaje a la semilla que es también un desdoblamiento. El oscuro empleado vuelto a Madrid merced a un boleto de avión que no está dispuesto a pagar se ha vuelto otro en la capital española, uno imagina que gracias a los poderes del enamoramiento, y de pronto decide, sin tener conciencia plena del asunto, ponerse al corriente, en la corriente a la que pertenece mediante la lectura del Quijote. Aquí se abre una vertiente de la novela, complementaria a la que es sustento a la vez que telón de fondo y atmósfera: la figura de Carmen que todo lo llena, hasta el exceso, la reiterada remembranza taurina y casi el tarareo del chotis de Agustín Lara que presta una de sus líneas sin escondida cursilería para titular esta historia.
Contrariamente a lo que dice querer la publicidad editorial —conmemorar el exilio español en sus sesenta años—, los hechos de la novela dan cuenta más bien de «la España de charanga y pandereta» que del gran país embestido por Franco. Encuentro a la inencontrable Carmen demasiado presente en los aires madrileños gracias a la forma que ha elegido Jorge F. Hernández para dibujar sus sombras: largas parrafadas evocadoras, una suerte de cantos, de poemas en prosa, efectivamente sueños del seductor adolescente enamorado de la musa imposible que aguarda a la vuelta de cada esquina, una demasiado evidente Dulcinea —a fuerza de repetir el recurso— en sueños de un viejo Quijote solitario cuyas únicas disrupciones han consistido en trampear a American Express y en no ajustarse al cambio de horario trasatlántico. El viaje de don Pedro a otro mundo entrega nuevas cifras al azorado personaje: alguna insospechada mexicanidad en Las meninas de Velázquez, una desnuda y cachonda Carmen previsiblemente en la maja goyesca en el Museo del Prado y sobre todo inesperados, extrañísimos personajes en los parques y las calles madrileños: Max Aub y Juan Ramón, don Alfonso Reyes y Ramón Gómez de la Serna, Pío Baroja y Amado Nervo, un combinado con refuerzos estelares como los hermanos Machado. Ya está. Dulcinea, la lectura, el andar por todos los caminos (aunque el destino central siempre será el popular barrio de Lavapiés): el camino enloquecedor de un enamorado de por vida que da vueltas en esta historia que parecería un tanto excedida y cuyos aciertos innegables de escritura ceden a veces a la tentación del empalago. 

Jorge F. Hernández (México, D.F., 1962) se considera guanajuatense por su gusto, adicción y origen familiar. Hernández vivió sus primeros años de su vida en Colonia, Alemania y en Washington, D.C. Su tesis de licenciatura, La soledad del silencio. Microhistoria del Santuario de Atotonilco, fue publicada en 1991. Su primer libro de cuentos, En las nubes, apareció en 1998. La emperatriz de Lavapiés, su primera novela, quedó finalista en el Primer Premio Internacional de Novela Alfaguara 1997. Entre sus otras obras se encuentran Escribo a ciegas, Réquiem para un Ángel, Antología de entrevistas con Carlos Fuentes, Las manchas del arte y el misterio de la insinuación, Espejo de historias y otros reflejos, Signos de admiración, Sol, piedra y sombras. Veinte cuentistas mexicanos de la primera mitad del siglo XX, antología seleccionada para el programa de lectura del gobierno de los Estados Unidos. Además ha colaborado para diferentes medios como Vuelta de Octavio Paz, Antes de México, DMR, Matador, Novedades, Reforma, El País de España, Cambio de Gabriel García Márquez, Milenio, Noticias 22, Radio Fórmula, Acentos y Café de Nadie.


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La emperatriz de Lavapiés
En la FIL de Guadalajara, Leo zuckermann conversa con Jorge F. Hernández

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