Recientemente, un periodista se refería a “la imputación de la cónyugue de…”. Pues no, señor periodista, no se dice “cónyugue”, se dice “cónyuge”, con ge de general, no con gue de guerra. Como en muchas otras ocasiones, no puedo dejar de preguntarme lo siguiente: ¿cuántas veces hay que repetir que no se dice así? Se insiste desde hace décadas sobre la correcta pronunciación de esta palabra. En la escuela, en los manuales, en comunicados académicos… Pero nada. No hay tu tía (o atutía, para ser rigurosos con el origen de la expresión; pero esta es otra historia). Lo curioso es observar la impermeabilización de buena parte de la sociedad respecto a estas correcciones, señaladas explícitamente una y otra vez por los expertos en cuestiones lingüísticas, y, al mismo tiempo, la absoluta permeabilidad a la hora de aceptar cuestiones como el desdoblamiento de género u otras modas.

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