
EL ABETO
La mujer fue trasladando las bolsas al dormitorio. A un lado amontonó las que contenían productos perecederos y, al otro, las de los juguetes y adornos de variada aplicación. El abeto lo dejó afuera, en el pasillo. La mujer observó el resultado de su tarea y la encontró bien hecha. Luego se acostó. Las compras la habían fatigado y ya era bastante tarde. Una vez dormida advirtió que se le había incorporado al sueño un roce anómalo, como de arañazos en la pared. Pensó en el abeto un segundo antes de no pensar en nada. El abeto era de plástico, pero llevaba incorporado un práctico mecanismo de crecimiento. A juzgar por los síntomas, tenía que haberse producido algún desajuste en la maquinaria, pues las ramas del abeto taponaban el pasillo de modo selvático. La mujer ni siquiera necesitó despertarse para comprender que estaba atrapada.
JOSÉ CABALLERO BONALD (Jerez de la Frontera, España, 11.11.1926)
SOLSTICIO DE INVIERNO
En el cielo del amanecer brillaba con fuerza aquel insólito lucero que la gente común contemplaba con asombro, pero el capitán sabía que era uno de los satélites de comunicaciones que permitían a su ejército mantener la supremacía en aquella guerra interminable
-Mi capitán- transmitió el cabo. -Aquí solo hay varios civiles refugiados, unos pastores que han perdido el rebaño por el impacto de un obús y una mujer a punto de dar a luz.
El capitán, desde la torreta del carro, observaba el establo con los prismáticos.
-Registradlo todo con cuidado.
-Mi capitán -transmitió otra vez el cabo-, también hay un perturbado, vestido con una túnica blanca, que dice que va a nacer un salvador y otras cosas raras.
-A ese me lo traéis bien sujeto.
-Mi capitán -añadió el cabo, con la voz alterada-, la mujer se ha puesto de parto.
-Bienvenido al infierno- murmuró el capitán, con lástima.
A la luz del alba, aparecieron en la loma cercana las figuras de tres camellos cargados de bultos y montados por jinetes de raras vestiduras, y el capitán los observaba acercarse, indeciso.
-Abrid fuego -ordenó al fin. -No quiero sorpresas.
JOSÉ MARÍA MERINO (La Coruña, España, 5 de marzo de 1941).

Animales domésticos
El insomnio es un sedoso gato negro ciego y elástico, que, oculto en la transparencia, agazapado en la claridad del día, acecha al frágil pajarito de nuestro sueño. Y de un salto lo atrapa. Con él entre sus fauces trepa a nuestra cama y se acurruca en la tibia axila. Donde enciende su negro y ronroneante motor. Entonces lo sobamos, acariciamos su arqueado lomo esperando, inútilmente, que lo suelte. Al llegar el día, suelta el cadáver de nuestro sueño y se va, altivo, indiferente. Hasta la noche, cuando regresa otra vez.
Autor: pedro Querales
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