¡A TAPEAR! (Tapas con Memoria)

¡A TAPEAR!
(Tapas con Memoria)

Este escrito tal vez podrá ayudar a quienes este verano viajarán a España.

Alguien escribió, que para conocer un país hay que interesarse por su gastronomía, o sea ir a curiosear entre los fogones y asomarse a bares, tascas, tabernas, bodegas y lugares donde se rinde homenaje a Baco, todo ello acompañado de esas pequeñas perlitas llamadas tapas, nacidas en la soleada y castiza tierra andaluza.

Hablando de la ciudad de Jerez y de su famoso vino, es interesante conocer el motivo por el cual los ingleses lo aman tanto. Resulta que en el 1587 el corsario-pirata Francis Drake atacó por sorpresa Cádiz, y se incautó de 2.100 barricas de jerez que estaban almacenadas en el puerto. A partir de entonces, los navegantes británicos embarcaron regularmente en Jerez de la Frontera el vino para llevarlo a su país donde lo popularizaron. A los ingleses se les resistía la pronunciación de la palabra Xéris (del árabe andaluz), por lo que decían simplemente Sherry.

Personalmente puedo comprender al estado de ánimo del último rey moro Boabdil, cuando estuvo obligado a abandonar el paraíso El Andaluz, que lloraba de pena, no es sabido si por los óptimos caldos de las vides de Jerez y Málaga o por las espléndidas hembras que dejaba atrás.

Para poder dar a luz a este texto, durantes varios días me he comportado como una laboriosa abeja, dedicándome a ir de flor en flor (en mi imaginación, para mí los libros son como flores de papel impreso), en busca del material necesario para llenarle la panza al blog sobre el asunto de las tapas.

Cuenta la leyenda, que un rey llamado el Sabio decretó que en los mesones sirvieran el vino con algo de comida, para evitar que los parroquianos se embriagaran. La tapas consistían en poner sobre el vaso un platito con su contenido, que podía ser a base de boquerones, jamón, aceitunas, caracoles, y todo aquello que al mismo tiempo despertaba la sed y el apetito, evitando beber con el estómago vacío, además así el vino se conservaba fresco, y al mismo tiempo impedía el ingreso a mosquitos y moscas. Parece ser que esta estratagema se le ocurrió a un ex capitán de marina, acostumbrado a impedir que los polizones se colasen en su embarcación.

Personalmente creo que las tapas nacieron en la calurosa y alegre Andalucía, lo mismo que la sangría y el gazpacho.

Las tapas forman parte de la gastronomía española, son fáciles de hacer, las hay de todos los gustos y colores. Pueden ser a base de tortilla, boquerones, chorizo, aceitunas, caracoles, frias o calientes… Según la región se llaman con nombres diversos, pero el que más he apreciado ha sido la llamada banderilla, por su sencillez y su humildad. Su recuerdo me ha seguido durante mi vida errante. Ella me ha ayudado a soportar (y a luchar contra) la morriña.

Os parecerá que estoy hablando de los tiempos de Maricastaña, pues esto sucedía en los años 40. Años oscuros en todos los sentidos. (-La oscuridad duró en España unos cuarenta años, hasta el día en que el tirano se pegó el último pedo. Luego regresó la luz-).

Subido sobre las alas del pensamiento me dirijo hacia el lugar donde abrí los ojos: El Arrabal de Barcelona; penetro en una tasca llamada Los Caracoles. Nunca nombrefue más adapto para tal local. En una de mis últimas lecturas pude enterarme de que en la antigua Roma se comía con las manos, cuchillos y tenedores, no existían (Leonardo, el gran inventor aún no había nacido), parece ser que los suelos de los comedores de la burguesía acomodada estaban adornados con mosaicos que representaban los alimentos y restos que los invitados tiraban por tierra. Estoy seguro que Los Caracoles hubiera hecho buena figura en la Ciudad Eterna, pues palillos, colillas, pellejos, papeles, cáscaras de cacahuetes, huesos de aceitunas que habían hallado refugio en las barrigas de los caracoles envueltos en el serrín formaban un verdadero tapiz. Muchas veces me he preguntado a qué era debido este comportamiento tan poco higiénico, pues los españoles no somos un pueblo sucio, pues al fin y al cabo a pesar de las restricciones existían las escobas. Imagino que esta costumbre era para que el parroquiano se encontrase a gusto, y no tener que barrer a cada instante y meter ceniceros, platos y papeleras.

En el Bar Los Caracoles consumí mis primeras tapas, y con la gazuza que me arrastraba las aprecíé mucho más que ciertas golosinas que años más tarde tuve el gran placer de gustar. En este local, considerado por las autoridades un refugio de rojos, se reunían personas de todas las regiones de España, que hacían buenas migas. Aquellas cuatro paredes asemejaban a un antro, donde los Vencidos, los que lucharon por la libertad, los que perdieron la guerra, y los que no la hicimos debido a nuestra corta edad, nos reuníamos para hablar tranquilamente en compañía de las tapas que nuestros míseros caudales nos podían permitir.

Ha sido años más tarde, que he podido darme cuenta del éxito de la tapa, que es el de poder socializar, o sea que nos inclina al trato fraterno, y a la relación con las personas, que con unos chatos de vino y unas tapitas logran hallar el buen humor .

El Bicho raro os desea unas agradables vacaciones. 

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Antonio Íbero Layetano
(alias el Bicho raro)