Petirrojo
En el establo donde dormían José, María y el pequeño Jesús, el fuego estaba apagándose. Quedaban sólo pocas brasas y algunos tizones ya apagados.
María y José tenían frio, pero estaban tan cansados que se agitaban inquietos en el sueño. En el establo se hallaba otro huésped, un pajarito marrón.
Había entrado cuando la llama estaba aún viva, había visto al pequeño Jesús y a sus padres y estuvo tan contento que no habría abandonado ese lugar ni siquiera por todo el oro del mundo.
El pequeño pecho pardo del pajarito se puso rojo por el calor del fuego, pero no abandonó su sitio. Chispas candentes quemaron el plumaje de su pecho, pero él siguió moviendo las alas hasta que los tizones ardieron y brotó una bonita llamarada. El corazón del petirrojo se llenó de orgullo y de felicidad cuando el niño Jesús sonrió, envuelto por el calor. Desde entonces el pecho del petirrojo se quedó rojo como signo de su devoción al niño de Belén.
Moraleja:
Jesús ofreció su vida sobre la cruz para salvar a los hombres. El pequeño petirrojo pudo donar sólo su generosidad, pero con el riesgo de pagar con su vida.
Jean-Claude, no somos todos religiosos ni creyentes, ni cristianos.
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