Hace algunos años viajé a Extremadura, «tierra de extremos» como explica su nombre, una región rica de historia como ninguna otra. Por muchos siglos fue sometida a una heterogénea influencia extranjera, prueba evidente es su extenso patrimonio monumental, que refleja la cultura de los pueblos que la habitaron. Extremadura es como un grande cofre lleno de joyas, preservadas con cuidado hasta nuestros días para que las generaciones actuales y venideras puedan disfrutar de sus hermosuras. Trujillo, Cáceres, Alcántara, son lugares extremeños impregnados de una antigua atmósfera que seduce a los visitadores.
Pero la verdadera sorpresa de este viaje fue Mérida, la antigua «Emerita Augusta», fundada en el 25 a.C. para acoger a los veteranos romanos de las guerras cantábricas. La actual Mérida es una pequeña ciudad que se puede visitar andando. El tráfico urbano es modesto, hay numerosos carriles de bicicletas y muchos parques. Se halla colocada entre dos ríos, el ancho Guadiana y el pequeño Albarregas, que la envuelven en un «fresco» abrazo. Es una ciudad a «medida de hombre».
Cuando llegamos cerca de Mérida, la primera construcción que me llamó la atención fue el majestuoso «Acueducto de los Milagros», 827 metros de largo y 25 metros de altitud. Antaño tenía la función de traer el agua a la ciudad desde el «embalse de Proserpina», situado a 4 Km., ese también construido por los romanos. Cuando lo miré por primera vez me encantó, tenía por encima muchos nidos de cigüeñas, que le daban un aspecto pintoresco. Parece que le atribuyeron este nombre porque es un milagro que aún no se haya desmoronado después de veinte siglos.
Aparcada nuestra auto caravana en el interior de un ex cuartel, nos dirigimos hacia el «Puente Romano» sobre el río Guadiana, uno de los mayores que quedan de la época romana y uno de los mejores conservados. El puente es largo 792 metros, ancho 8, con 60 arcos, la parte central apoya sobre un islote. Los pilares tienen una estructura ovalada, que facilita el flujo del agua y disminuye la presión sobre los mismos, los ingenieros romanos no dejaban nada al azar. Es un puente peatonal y para los ciudadanos de Mérida no es sólo un medio para alcanzar la otra orilla, es sobre todo un lugar para ir de paseo, donde las mamás llevan a sus niños y los mayores se paran haciendo tertulias. Apenas un kilómetro a norte se puede admirar el espléndido «Puente de Lusitania», de hierro, obra del grande arquitecto Santiago de Calatrava. En posición dominante respecto al puente romano se encuentra el «Alcazaba», considerada la construcción musulmana más antigua de España. Fue construida por el Califa de Córdoba en el año 835, con la finalidad de alojar una guarnición, para defender el puente y la ciudad. Al interior de la fortaleza se encuentra una profunda cisterna de agua, de origen romano, cuya entrada está adornada con dos pilares visigodos, mientras alrededor destacan breves tramos de antiguas calles empedradas. Aprovecho la oportunidad para recordar la fecha de la reconquista de Mérida, que ocurrió en 1230 por intervención del rey Alfonso IX de León, padre de Fernando III, el «Santo», el rey que reunió definitivamente Castilla y León.
El día sucesivo continúa nuestra excursión arqueológica. Compramos una entrada que nos da acceso a todas las estructuras turísticas de la ciudad.
El «Teatro Romano» es el conjunto monumental más visitado de Mérida, su construcción fue promovida por el cónsul Marco Agripa a partir del año 16 a.C., mientras el actual «frente de escena», fue levantado a finales del siglo primero. Antiguamente el teatro tenía una capacidad de 6000 espectadores, divididos en tres sectores, según las distintas clases sociales romanas. Desde hace muchos años ha vuelto a recuperar su función original: los espectáculos clásicos. Todos los años en verano esta estructura acoge el Festival Internacional del Teatro Clásico.
Casi al lado se encuentra el «Anfiteatro Romano». En origen tenía un aforo de 14.000 espectadores, era el lugar donde gladiadores y fieras luchaban y morían para divertir a los ciudadanos romanos, mientras la zanja central estaba dedicada al desarrollo de batallas navales, que despertaban un grande interés popular. Aún hoy se pueden visitar algunas de las antiguas salas abovedadas que utilizaban a los gladiadores y los cuniculos que acogían las fieras. Fuera del Anfiteatro se halla la llamada «Casa del Anfiteatro», donde destacan preciosos mosaicos, como el de «la vendimia» y el de «los peces». Grande atención merece el «Museo Nacional de Arte Romano», construido su proyecto del grande arquitecto Rafael Moneo. Es un museo funcional y luminoso, el más importante de España por la riqueza de su colección arqueológica: mosaicos, estatuas, cerámicas, utensilios, muros de casas, tumbas, objetos de artesanía, documentos, un tramo de calzada romana, etc., todo bien repartido en tres plantas y en muchas salas.
El tercer día seguimos inestancables nuestro maratón arqueológico. Nos desplazamos hacia la periferia de la ciudad para visitar la «Casa del Mitreo», lo que queda de una antigua residencia de época romana, constituida por habitaciones, cisternas, baños termales, patios, un gran número de mosaicos y pinturas murales. Toda la zona arqueológica está protegida por un cobertizo. Un sistema de pasarelas permite a los visitadores una visión directa y detallada de los antiguos edificios, todo aclarado con dibujos e informaciones didácticas. Con un breve paseo llegamos a la «Basílica de Santa Eulalia», que guarda en el interior las reliquias de la Santa. Fue construida en el siglo XIII sobre la planta de la iglesia original levantada en el siglo IV, en el mismo lugar donde fue martirizada la joven Eulalia, a los doce años. La Basílica fue declarada monumento nacional, por las numerosas testimonianzas de arte visigoda, bizantina y románica, halladas en el subsuelo de la iglesia y visibles a través de un recorrido didáctico.
Visitamos sucesivamente la «Morería», una zona arqueológica con necrópolis, calles, casas de origen romano, pero también visigodo y árabe, que se han superpuesto a lo largo de los siglos, una especie de resumen histórico de la ciudad. El aspecto más interesante es que en esta zona han construido edificios públicos, pero para proteger este patrimonio arqueológico los edificios apoyan sobre altos pilares de hormigón, que dejan la parte baja libre e intacta, para satisfacer la curiosidad de los visitadores y de los arqueólogos, que pueden así seguir en las búsquedas históricas.
Pero además de estos grandes sitos arqueológicos existen monumentos de menores dimensiones pero muy preciosos, como el «Arco de Trajano», un tiempo cubierto de mármoles blancos, que sorprende aún por su austera grandiosidad, y el «Templo de Diana», único edificio antiguo, dedicado al culto, que todavía se conserva.
Es superfluo aludir que esta región me fascinó muchísimo, sobre todo Mérida, así que cuando regresé a casa redacté una descripción detallada del viaje, enriquecida con fotograflas y comentarios y envié todo a una revista de turismo, que compro habitualmente. Algunos meses más tarde tuve la sorpresa de ver publicado mi artículo y como contrapartida recibí un abono anual a la misma revista.
Bravo Antonio, vota Antonio Tina
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