Un pequeño libro grande como el planeta. Cortázar y los libros de Jesús Marchamalo nos hace bucear en la biblioteca del escritor nacido en Bruselas pero argentino una vida y luego naturalizado francés. Esta biblioteca, que cuenta con miles y miles de volúmenes, se parece más a una ciudad sumergida. Marchamalo camina y se detiene como un investigador privado que escribe en su notas todo lo que considera importante mostrar de esos muros.
Lo que Cortázar solía apuntar al margen de las páginas con lápiz o bolígrafo, los dibujos que hacía mientras leía, los quinientos (o incluso más) libros dedicados al novelista, el dialogo directo que tenía con los autores que estaba leyendo (se dirige a Gabriel García Márquez y le dice que no tiene buena memoria), sus frases más críticas que adulatorias.
Porque Cortázar fue un excelente polemista y no duda en demostrarlo. Como cuando arremete contra Cernuda que en Poesía y literatura compara Galdós a Cervantes (“!no hombre, por favor!”) o la ironía hacia su amigo Carlos Fuentes para el cual Rayuela es a la prosa en español lo que ulises es a la prosa en inglés (“oh, oh, rubor”).
Conocemos al hombre que se desnuda como novelista y se muestra como lector. Un lector vampiro como lo llama Marchamalo. Un lector que pasa desde Picasso hasta el jazz, de un ensayo sobre el boxeo a la arquitectura modernista. Un obsesionado por la lectura que de niño leía Edgar Allan Poe, cuyos cuentos le ocasionaron pesadillas y terrores, por lo que su madre se consideró obligada a hablar con el director del colegio que frecuentaba y luego llevarlo a un médico a quien preguntó si era bueno que su hijo pasara tanto tiempo leyendo. Como escribe Marchamalo: “Ambos, el docente y el doctor le recomendaron que le prohibiera los libros, o que al menos se los restringiera durante cuatro o cinco meses y que, a cambio, tomara más el sol”.
Y respecto a los libros y las lecturas de Borges. Es muy delicado el capítulo de Borges. Entre estos dos escritores las relaciones siempre fueron esquivas. En Argentina y en París. Con diferencias ideológicas demasiado fuertes, sobre todo después de la revolución castrista. Diferencias que se convirtieron en un abismo gracias al señor Videla y sus sicarios legales. ¿Qué se comprende de los libros de Cortázar? Se entiende que nunca desapareció su “mutua admiración literaria y un contenido afecto”.
Sorprende la escasez de libros que tuvo de Mario Vargas Llosa, no obstante la amistad que los unió y la dulzura y el cariño literario que mostró en su variada correspondencia y en las dedicatorias.
El final, con la parte dedicada a los tres amigos literarios más profundos del autor (Octavio Paz, Pablo Neruda y Carlos Fuentes) tiene que ser leida de un tirón.
Un libro de un escritor sobre los libros de otro escritor. Un metalibro y un meta-autor. Un viaje de cien paginas que nunca termina.
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