Canto quemado
Soy un ruiseñor.
Cuando supieron que estando cautivos los ruiseñores solo cantamos de noche, me quemaron los ojos para que el canto durase todo el tiempo. No sabían, no podían saber, que aun en la ceguera más honda, el recuerdo de ese fuego sigue tan encendido en mí y es tal su éxtasis, que he olvidado cantar.
Soy un ruiseñor que brilla de otro modo.
Parpadeos
Solo hay tres clases de ciegos, ¿o tres no es el número perfecto? Está ese al que no hay explosión ni asamblea de luciérnagas que lo saquen de la sombra profunda. Está el otro, el que aún ciego, conserva un esbozo de penumbra y al resplandor de un fósforo queda de pronto en éxtasis y bajo la luz furiosa del mediodía cree que los ojos le vuelven. Y finalmente está aquél, ese que palpa afanoso los contornos y las grietas, los movimientos y temblores de los breves mundos. Ése, el tercero, es el amante.
Prueba de vuelo
Si evaporada el agua el nadador todavía se sostiene, no cabe duda: es un ángel.
EUGENIO MANDRINI (Buenos Aires, 1936)
Mandrini es un GRAN escritor, así, con todas las letras en mayúscula. Es un enorme placer leerlo y escucharlo recitar sus textos, es un placer con valor agregado.
Me gustaMe gusta
Es cierto, Laura. Es para nosotros un enorme placer compartir sus textos por aquí.
Me gustaMe gusta