El microrrelato de los viernes: Tres micros de Eugenio Mandrini

 

 

Canto quemado

Soy un ruiseñor.

Cuando supieron que estando cautivos los ruiseñores solo cantamos de noche, me quemaron los ojos para que el canto durase todo el tiempo. No sabían, no podían saber, que aun en la ceguera más honda, el recuerdo de ese fuego sigue tan encendido en mí y es tal su éxtasis, que he olvidado cantar.

Soy un ruiseñor que brilla de otro modo.

Parpadeos

Solo hay tres clases de ciegos, ¿o tres no es el número perfecto? Está ese al que no hay explosión ni asamblea de luciérnagas que lo saquen de la sombra profunda. Está el otro, el que aún ciego, conserva un esbozo de penumbra y al resplandor de un fósforo queda de pronto en éxtasis y bajo la luz furiosa del mediodía cree que los ojos le vuelven. Y finalmente está aquél, ese que palpa afanoso los contornos y las grietas, los movimientos y temblores de los breves mundos. Ése, el tercero, es el amante.

 

Prueba de vuelo

Si evaporada el agua el nadador todavía se sostiene, no cabe duda: es un ángel.

 

EUGENIO MANDRINI (Buenos Aires, 1936)

 

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