Estaba sentado en la terraza del Café Landtmann de Viena cuando la vi. Salía por la puerta principal del Café. Era muy elegante, llevaba un traje de chaqueta con pantalón, su bolso colgado negligentemente en la hombro y caminaba enérgicamente con una carpeta en mano. Al pasar por mi lado me miró de un modo duro y profundo y después se alejó rápidamente dejándome una sensación de nostalgia.
¿Quién podría ser esta vienesa de otro tiempos?
La Viena de la secesión me ha fascinado siempre: este Imperio en decadencia que está desapareciendo y que resurge en el arte, revolucionando la música, la arquitectura, la pintura, la escultura,.. y también, en algunos aspectos, la literatura. Fue la lectura de La señorita Else de Arthur Schnitzler lo que me transmitió esta pasión, después de ésta, leí todas, o casi todas, sus obras. Sigmund Freud y él se conocían personalmente y Schnitzler que era también médico, lo admiraba mucho. Era como si fuera su «doble literario» profundizando en la complejidad psicológica de sus personajes. Fue uno de los primeros autores de lengua alemana en hacer uso de la técnica del monólogo interior, tratando temas muy delicados para ese tiempo como el erotismo, la muerte, la psicología o la crisis social.
Bruselas, ciudad austríaca durante gran parte de su historia, estuvo muy marcada por el movimiento de secesión vienés: Victor Horta es junto a Antoní Gaudí uno de los principales arquitectos del Modernismo, llamado «Art Nouveau» en Bélgica, para convertirse después al «Art decó». Viviendo yo en Bruselas, se organizó una importante exposición sobre Austria en toda la ciudad, pero en particular en el «Palais des Beaux-Arts», construido por Horta que reestructuraron para la ocasión. Friedensreich Hundertwasser realizó una decoración del edificio que recuerda a la famosa casa que construyó en Viena. En él se organizaron diferentes exposiciones en las que Gustav Klimt, Egon Schiele y Oscar Kokoschka fueron los principales protagonistas, y, lo más importante es que (y siempre para la ocasión) una parte del edificio se transformó en verdadero café vienés.
El café vienés es una institución en Austria, es un lugar para estar todo el día, comer, quedar con amigos o para cualquier otra actividad que se pueda desarrollar en un lugar público. Fueron los primeros cafés en Europa. Puedes degustar numerosas y deliciosas variedades de café para acompañar los dulces que son también espectaculares.
Poco tiempo después de la exposición fui a Viena para sumergirme en este mundo que tanto me atrajo cuando quedé fulminado por la mirada de esta mujer que seguramente salía directamente del Relato soñado de Schnitzler.
Quizás fuera Albertine esa mujer, la que después le contó a Fridolín, ese deseo profundamente escondido que las mujeres sienten y jamás revelan.
Jean Claude Fonder
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#columnajc…..
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Hermoso relato de Jean Claude Fonder, sentadito en la terraza del Café Vienés, saboreando esa excelente bebida, cuando la vió. Si es esa mujer que aparece en la foto, cualquier hombre se quedaría embobado contemplando semejante estampa. Hasta yo, que no soy nada lesbiana, también me hubiera quedado idiotizada, haciéndome la loca, pero queriendo verla andar, me figuro que con la soltura de una pantera al acecho, bien segura de lo que está haciendo y a quien quiere comerse. Hay mujeres de mujeres. Esta es una. Personalmente me encantaría que me sucediera algo así como le sucedió a Jean Claude, pero como me enamoran los hombres que escriben, me gustaría tropezarme con Jean Claude, o con Milan Kundera o con Ken Follett o con Arturo Pérez Reverte o con Ildefonso Falcones o con… y que por un azar del momento me acepten la osada invitación de compartir conmigo una taza de café.
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Aceptaré con una sonrisa carnicera una invitación tanto aduladora.
Gracias por comentar.
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