Roberto Arlt: Scrittore fallito

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Inflamable, sulfúreo, cínico, poderoso, sinvergüenza y sin redención, mordaz, hiriente. El mundo literario de Roberto Arlt. Escritor porteño que en solo 42 años de vida (Buenos Aires, 1900-1942) llegó a ser la verdadera joya oscura del universo narrativo argentino, mundo que siempre celebra al papa Borges, cae en profunda admiración religiosa cuando se trata de pronunciar el nombre de Cortázar, se apunta las medallas con Bioy Casares, Sabáto, Ocampo y Puig.

imageArlt fue el hijo conductual, demasiado nervioso, turbulento y descarado para estar tranquilos sabiendo que se ha quedado en casa solo o cuando imaginamos lo que puede hacer en la escuela con los compañeros y los profesores. Dotado de una escritura y talento literario visionario y crudo (totalmente autodidacta) que no tiene comparación con ninguna otra pluma en el continente
latinoamericano y, aunque sí se reconoce en Céline.

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Traducción di Raul Schenardi

En esta colección de cuentos que la editorial SUR ha reunido bajo del título Scrittore fallito (que es también el titulo del primer cuento) comprendemos bien cuánto su vivir en las calles de Buenos Aires trabajando en todo lo que podía hacer para sobrevivir (mecánico, enjabelgador, portuario, dependiente en una tienda) haya enriquecido su personal e íntimo perfil artístico. Historias que se desarrollan haciendo daño como el cuchillo en la carne, personajes que no tienen alguna posibilidad de redención porque su sangre está podrido, a pesar de lo cual la sociedad celebra o estima el modelo humano que personifican.

Parece que en el mundo de Arlt no hay espacio para la inocencia, palabra que no se encuentra en su diccionario (si la encontráis es porque vuestra vista es mil veces mejor que la mía). A imagepesar de lo cual, su mundo es como un inmenso sanatorio donde viven personajes sanos, una trágica contradicción. Nadie se salva del sanatorio, nadie es inocente. Cuando sus personajes se encuentran podemos esperar una guerra mundial, tanto si se conocen como si no, reaccionan sin reflexionar, instintivamente. Pero son y serán siempre pobres, por lo que desencadenarían una guerra entre miserables.

Roberto Arlt se consideraba el desheredado, el que viene de afuera, el que no entiende los idiomas extranjeros y no tiene tiempo para su propio estilo. Yo lo acepto así como era. Y me como cada página suya como el hambriento en una cocina de un restaurante.


Corrado Ori Tanzi

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