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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (Moguel, 1881 – San Juan, Puerto Rico, 1958)
«Escribir largo, ancho y seguido (tendido) es mucho más fácil (lo pueden intentar todos los que lo duden) que breve, corto y aislado (separado)»
(Ideolojía, 1897-1957)
NIÑO MÁS RICO (DE UN PERIÓDICO)
‒ Tú has perdido, tú ‒le dijo, injenioso y contento, uno de los otros dos niños más pobres. (Juan Ramón Jiménez, Edad de oro, 1926)
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RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA (Madrid, 1888 – Buenos Aires, 1963)
“[…] tampoco es aforística la Greguería; lo aforístico es enfático y dictaminado. No soy un aforista”
(“Prólogo” a Total de greguerías, 1962)
EL EJEMPLO DE LAS HORMIGAS
Las hormigas fueron un pueblo de sabios que llegaron a la superhombría. Al principio, fueron del tamaño de los hombres y eran ultravertebradas. (Ramón Gómez de la Serna, Galerías, 1926) LA MANO El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado. (Ramón Gómez de la Serna, Greguerías, 1917) SEGUNDA MUERTE DE LÁZARO Lázaro, al resucitar, se dedicó a todos los amores con un fervor entusiasta. Ya aquello vendió su secreto, pero a la hora de morir de nuevo lo acabó de revelar desgarradoramente. ¡Qué agonía más espantosa! Volvía los ojos hacia la vida como nadie jamás los volvió, y como conocía aquella obscuridad, más obscura que la de ningún antro obscuro en que ya había entrado una vez, se agarraba a los clavos de la vida con un ulular terrible. (Ramón Gómez de la Serna, Greguerías, 1917) VOZ DE CONTRALTO Era extraña aquella voz de contralto en la niña prodigio, pero se tendían a su alrededor tapices de concierto para verla tan niña, pálida y vestida de negro cantando con la voz de una alma mayor que la que le pertenecía. (Ramón Gómez de la Serna, Los muertos, las muertas y otras fantasmagorías, 1935) |
FEDERICO GARCÍA LORCA (Fuente Vaqueros, 1898 – Víznar, 1936)
JUEGO DE DAMAS
Las cinco damas de una corte llena de color y poesía, enamoradas las cinco de un joven misterioso que ha llegado a ella de lejanas tierras. Lo rondan, lo cercan y se ocultan mutuamente su amor. Pero el joven no les hace caso. El joven pasea el jardín enamorando a la hija del jardinero, joven con la piel tostada y de ninguna belleza, aunque sin fealdad, desde luego. Las otras damas lo rondan y averiguan de qué se trata e, indignadas, tratan de matar a la joven tostada, pero cuando llegan ya está ella muerta con la cara sonriente y llena de luz y aroma exquisito. Sobre un banco del jardín encuentran una mariposa que sale volando y las ropas del joven. (Federico García Lorca, Pez, astro y gafas, 1927-1934) TELÉGRAFO La estación estaba solitaria. Un hombre iba y otro venía. A veces la lengua de la campana mojaba de sonidos balbucientes sus labios redondos. Dentro se oía el rosario entrecortado del telégrafo. Yo me tumbé cara al cielo y me fui sin pensar a un raro país donde no tropezaba con nadie, un país que flotaba sobre un río azulado. Poco a poco noté que el aire se llenaba de burbujas amarillentas que mi aliento disolvía. Era el telégrafo. Sus tic-tac pasaban por las inmensas antenas de mis oídos con el ritmo que llevan los cínifes sobre el estanque. La estación estaba solitaria. Miré al cielo indolentemente y vi que todas las estrellas telegrafiaban en el infinito con sus parpadeos luminosos. Sirio sobre todas ellas enviaba tics anaranjados y tacs verdes entre el asombro de todas las demás. (Federico García Lorca, Pez, astro y gafas, 1927-1934) |