René Avilés Fabila
(Ciudad de México, 1940)
http://www.reneavilesfabila.com.mx
Marco Denevi
(Sáenz Peña, Buenos Aires, 1922 – Buenos Aires, 1998)
«Moraleja de todas las fábulas: el hombre es un animal.»
FÁBULA EN MINIATURA
Los lobos, disfrazados de corderos, entraron en el redil y empezaron a murmurar al oído de las ovejas: «Hemos sabido, de muy buena fuente, que el perro es un lobo disfrazado». Marco Denevi, Brevedades LA BELLA DURMIENTE DEL BOSQUE Y EL PRÍNCIPE La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al Príncipe. Y cuando lo oye acercarse simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos. Marco Denevi, Antología precoz, 1973 (?) APOCALIPSIS La extinción de la raza de los hombres se sitúa aproximadamente a fines del siglo XXXII. La cosa ocurrió así: las máquinas habían alcanzado tal perfección que los hombres ya no necesitaban comer, ni dormir, ni leer, ni hablar, ni escribir, ni hacer el amor, ni siquiera pensar. Les bastaba apretar botones y las máquinas lo hacían todo por ellos. Gradualmente fueron desapareciendo las biblias, los Leonardo da Vinci, las mesas y los sillones, las rosas, los discos con las nueve sinfonías de Beethoven, las tiendas de antigüedades, el vino de Burdeos, las oropéndolas, los tapices flamencos, todo Verdi, las azaleas, el palacio de Versalles. Sólo había máquinas. Después los hombres empezaron a notar que ellos mismos iban desapareciendo gradualmente, y que en cambio las máquinas se multiplicaban. Bastó poco tiempo para que el número de los hombres quedase reducido a la mitad y el de las máquinas aumentase el doble. Las máquinas terminaron por ocupar todo el espacio disponible. Nadie podía moverse sin tropezar con una de ellas. Finalmente los hombres desaparecieron. Como el último se olvidó de desconectar las máquinas, desde entonces seguimos funcionando. Marco Denevi, Ceremonia secreta y otros cuentos, 1965 EL PRECURSOR DE CERVANTES Vivía en El Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchelo, sastre, y de su mujer Francisca Nogales. Como hubiese leído numerosísimas novelas de estas de caballería, acabó perdiendo la razón. Se hacía llamar Doña Dulcinea del Toboso, mandaba que en su presencia las gentes se arrodillasen, la tratasen de Su Grandeza y le besasen la mano. Se creía joven y hermosa, aunque tenía no menos de treinta años y las señales de la viruela en la cara. También inventó un galán, al que dio el nombre de don Quijote de la Mancha. Decía que don Quijote había partido hacía lejanos reinos en busca de aventuras, lances y peligros, al modo de Amadís de Gaula y Tirante el Blanco. Se pasaba todo el día asomada a la ventana de su casa, esperando la vuelta de su enamorado. Un hidalgüelo de los alrededores, que la amaba, pensó hacerse pasar por don Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en un rocín y salió a los caminos a repetir las hazañas del imaginario caballero. Cuando, seguro del éxito de su ardid, volvió al Toboso, Aldonza Lorenzo había muerto de tercianas. IMPOSTURAS DEL SEÑOR PEROGRULLO Moraleja de todas las fábulas: el hombre es un animal. EL NUNCA CORRESPONDIDO AMOR DE LOS FUERTES POR LOS DÉBILES Hasta el fin de sus días Perseo vivió en la creencia de que era un héroe porque había matado a la Gorgona, a aquella mujer terrible cuya mirada, si se cruzaba con la de un mortal, convertía a este en una estatua de piedra. Pobre tonto. Lo que ocurrió fue que Medusa, en cuanto lo vio de lejos, se enamoró de él. Nunca le había sucedido antes. Todos los que, atraídos por su belleza, se habían acercado y la habían mirado en los ojos, quedaron petrificados. Pero ahora Medusa, enamorada a su vez, decidió salvar a Perseo de la petrificación. Lo quería vivo, ardiente y frágil, aun al precio de no poder mirarlo. Bajó, pues, los párpados. Funesto error el de esta Gorgona de ojos cerrados: Perseo se aproximará y le cortará la cabeza. VERITAS ODIUM PARIT Traedme el caballo más veloz, pidió el hombre honrado. Acabo de decirle la verdad al rey. EL MAESTRO TRAICIONADO Se celebraba la última cena. –¡Todos te aman, oh Maestro! –dijo uno de los discípulos. –Todos no –respondió gravemente el Maestro–. Conozco a alguien que me tiene envidia y que en la primera oportunidad que se le presente me venderá por treinta dineros. –Ya sé quién es –exclamó el discípulo–. También a mí me habló mal de ti. –Y a mí –añadió otro discípulo. –Y a mí, y a mí dijeron todos los demás. Todos, menos uno que permanecía silencioso. –Pero es el único –prosiguió el que había hablado primero–. Y para probártelo diremos a coro su nombre sin habernos puesto previamente, de acuerdo. Los discípulos, todos, menos aquel que se mantenía mudo, se miraron, contaron hasta tres y gritaron el nombre del traidor. Las murallas de la ciudad vacilaron con el estrépito, porque los discípulos eran muchos y cada uno había gritado un nombre distinto. Entonces el que no había hablado salió a la calle, y, libre de remordimientos, consumó su traición. EL TRABAJO NÚMERO 13 DE HÉRCULES Según el apócrifo Apolodoro de la Biblioteca, <<Hércules se hospedó durante cincuenta días en casa de un tal Tespio, quien era padre de cincuenta hijas a todas las cuales, una por una, fue poniendo en el lecho del héroe porque quería que éste le diese nietos que heredasen su fuerza. Hércules, creyendo que eran siempre la misma, las amó a todas>>. FALSIFICACIÓN DE LAS FALSIFICACIONES Cuando, traducido por cierto Marco Denevi, este libro salió publicado en la República Argentina, los nombres de los autores habían sido eliminados y críticos y lectores, todos en la luna, atribuyeron las falsificaciones a su iverecundo traductor. Marco Denevi, Falsificaciones, 1966 |