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HISTORIA DE UNA HOJA
Suspendida de una rama, a veinte metros sobre la plaza, la última hoja del árbol, ya rendida a su condición pasajera —marchitos tegumento y nervaduras—, se mece al viento y se desprende. Va dejando al caer —breve navío del viento—, su delicada huella de luz para nadie. En el suelo, en cambio, la hoja revive en la hojarasca; rueda y sucumbe, acaso, al peso de una mujer quien, apenas verla, ha sentido el impulso de pisarla. Entonces, convertida en crujido leve, alcanza el oído atento de la muchacha y se aleja del parque, prendida entre los labios, ya sonrisa que se mece.
LAS TIJERAS
Como el hombre del mono, las tijeras descienden de la dentadura o del simple choque de piedra contra piedra.
Las tijeras son un caso peculiar de cuchillos y navajas: umbilicadas con un tornillo, conspiran contra la unidad de los papeles.
Las tijeras son las piernas flacas y en punta de una bailarina bajo un par de ojos ciegos.
Las tijeras producen ese ruidito que te pone nervioso porque te recuerda que son de la estirpe de la guillotina. A diferencia de ésta, las tijeras mueven las dos hojas, y de ahí su parentesco con las oscuras golondrinas que volverán nuevamente sus nidos a colgar.
Las tijeras convierten a la mano en la crítica feroz de todo tipo de telas, papeles y manuscritos.
Hay tijeras para pasto y para pollo, tijeras para cabello y para hojalata; tijeras para niños y para adultos. Redondeadas o terminadas en punta, las tijeras tienen algo de crucifijo y de gimnasta.
Nada nos prepara lo suficiente para el carácter incisivo de las tijeras. Con las tijeras, en definitiva, hay que cortar.
MARTI LELIS (México, D.F., 4.02.1968)
Un honor estar en El microrrelato de los viernes. Muy agradecido mando saludos desde Tlaxcala, México. Gracias Valeria Correa Fiz.
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Unos excelentes relatos con el protagonismo de las cosas sencillas.
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Excelente! Hoy descubrí un escritor! Gracias..belleza en lo sutil.
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