(Crónica de un viaje a España, abril – mayo de 2019)
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CALATAYUD -MONASTERIOS DE PIEDRA Y DE VERUELA- TARAZONA
28 de abril de 2019, domingo
Se puede decir sin lugar a dudas que nuestro recorrido no es de lo más tradicional, ni de lo más turístico, porque recopila lugares que no pudimos ver por falta de tiempo, durante los viajes precedentes, con otros que nos han quedado tan impresos que deseamos volver a verlos. Es el caso del Monasterio de Piedra: visitamos este lugar, un día muy gris y nublado, hace cinco años: era el principio de la estación, así que los árboles estaban todavía despojados de hojas y las cascadas escasas en agua. En cambio, hoy la primavera explota en el azul cobalto del cielo, en el aire tibio y luminoso, en el verde resplandeciente de los castaños indios y en el perfume de sus flores blancas.
El Parque del Monasterio de Piedra se encuentra en Nuévalos, en la provincia de Zaragoza, escondido entre las abruptas sierras del Sistema Ibérico y fue declarado paisaje pintoresco en 1945. Acoge densos bosques de ribera en un ecosistema de gran riqueza biológica, donde se encuentran muchas especies de animales y plantas en un espacio relativamente reducido y gran variedad de árboles gigantescos.
Nada más entrar, la asistenta del fotógrafo, una chica rubia y decidida, me pone un guante en la mano y me entrega un búho, al que me presenta como Juanito, asegurándome de que es muy tranquilo. Antes que tenga el tiempo para decir que no, que los rapaces me asustan, que nunca me he atrevido a tocar uno, el fotógrafo nos saca una serie de fotos que podremos comprar por la tarde.
En la época medieval, época a la que pertenece el Monasterio de Piedra (siglo XII) el arte de la halconería vivió su época más dorada. Entonces, practicarla se convirtió en un signo de nobleza en Europa, y cualquier caballero medieval que se preciase debía conocer las técnicas de la halconería. Por eso, desde la primavera hasta el período otoñal los visitantes pueden disfrutar de una exhibición de vuelo de aves rapaces durante su visita. El encuentro con Juanito me ha hecho audaz, así que atrevo a ver la exhibición desde cerca.
Después de deleitarnos con el precioso entorno, cuya magia contribuyen las rocas, el agua y el trabajo del hombre, visitamos el monasterio cisterciense, que se empezó a construir en 1203 junto al río Piedra y se terminó en 1218, cuando 12 monjes y un abad se establecieron en ello. Pero lo que para mí es de lo más deslumbrante es lo que queda de la iglesia.
IGLESIA
El edificio, de estilo románico tardío (siglo XIII), era de tres naves, transepto y cabecera formada por un ábside principal de planta poligonal y dos parejas de capillas laterales cuadradas.
Pero, como en tantos otros casos, el abandono forzoso de los monjes en la cuarta década del siglo XIX – debido a la desamortización – fue letal para el templo. Las gentes de la zona arrancaron tejas y otros materiales provocando humedades y debilitando la estructura, hasta que la mayor parte de las bóvedas se desplomaron. Por fortuna, se han mantenido en buen estado las correspondientes a la nave meridional y el brazo meridional del transepto.
Pero la verdad es que este templo medio destruido me fascina más que otros de la misma época que siguen en perfecto estado y el recuerdo de las bóvedas de crucero que parecen sostener tramos de cielo despejado me va a acompañar por mucho tiempo…
Después de tanta belleza, la comida es un auténtico desastre, sobre todo para mi marido que pide un plato de calamares que resultan ser congelados y que consigue tragar sólo gracias a una buena cerveza… Pero, ¿Quién nos iba a decir que hoy también nos pararía la Guardia Civil, poco después de irnos de Nuévalos? Esta vez no quieren controlar el carnet de conducir, sino que se trata de un control de alcoholemia. A ninguno de los dos nos había pasado nunca, así que no sabemos cómo se hace; además Davide, que está conduciendo, habla muy poco español, así que no se entiende con el policía, que empieza a hablar en un inglés peor que el mío, mientras a mí se me cae la cara de vergüenza… ¿Qué va a pasar ahora? – me pregunto, pensando en la cerveza. Al final, no sé si por piedad hacia dos turistas extranjeros o porque la botella de cerveza era muy pequeña, esta vez también nos permiten pasar y tenemos el tiempo para visitar, casi a la puesta del sol, el Monasterio de Veruela.
MONASTERIO VERUELA
El documento más antiguo referido a la fundación del Real Monasterio de Santa María de Veruela data de 1146, cuando en la provincia de Zaragoza se levantaron las grandes fundaciones cistercienses, pero las obras de la iglesia se dilataron por más de 250 años, mientras que el nuevo claustro barroco, que nos encanta por sus arcos ojivales y sus hortensias azules y violeta, remonta al siglo XVII.
No sorprende que Veruela, tras la desamortización (1835) se haya convertido en un lugar romántico y “sitio de veraneo” donde los viajeros podían disfrutar de los deslumbrantes parajes naturales del Moncayo. Entre ellos, el poeta Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano, el pintor Valeriano. Los frutos artísticos de su estancia fueron una serie de dibujos y acuarelas por Valeriano, mientras que Gustavo Adolfo se inspiró al paisaje del Moncayo para algunas de sus más famosas leyendas, como “El monte de las ánimas”.
TARGA Bécquer
La iglesia abacial es sobria, sin adornos escultóricos vanales, en el espíritu de la orden; se estructura en tres naves cubiertas con crucería simple gótica y una cabecera muy desarrollada.
Dejamos con nostalgia este lugar tan cautivador y retomamos la ruta hacia nuestra pròxima etapa: Tarazona.
Hoy en España es un día muy especial: es día de elecciones, así que pasamos la tarde en la habitación del hotel, viendo en la tele los telediarios y los programas en que se comentan los resultados electorales. Parece ser que el PSOE ha ganado, aunque no está claro para todos con quién va a pactar para formar el nuevo gobierno.
Cuentapasos: 18.136 (10,88 kilómetros)
Temperatura 8 – 24 grados
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Opere dell’Autore:
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