El microrrelato de los viernes: Caza de Conejos

MARIO LEVRERO (Montevideo, 23.01.1940 – 30.08.2004).

XX

Hay quien caza conejos por amor; yo los cazo por odio. Cuando los tengo en mi poder los voy destrozando lentamente. Los mutilo, tratando de que no se mueran en seguida. Hay otros cazadores que odian a los conejos porque destruyeron su hogar o sus cosechas, porque robaron a sus hijos o mataron sus esperanzas; mi odio es injustificado y atroz. Creo que hay algo de amor en este odio; no dedicaría, de otro modo, tanto esfuerzo a combatirlos con mis armas más arteras.

XXIV

Es inverosímil la fertilidad de estos animalitos. Uno casi puede verlos reproducirse ante sus ojos, a una velocidad fantástica. Obsérvese este casal de conejos: en pocos minutos habrá cuatro, luego ocho, dieciséis, treinta y dos, sesenta y cuatro, ciento veintiocho, dos cientos cincuenta y seis, miles de conejos que saltan y te rodean y se amontonan y te tapan y te asfixian.

Caza de conejos

XXX

Nunca hubo conejos en el bosque. Éste sería un inconveniente insuperable para nosotros, cazadores de conejos, si no fuera por la existencia de los magos. Cuando vamos de caza, y al cabo de varias horas de dar vueltas inútiles, sintiéndonos fracasados y doloridos, aparecen los magos. Son silenciosos, de ropaje negro y elegante. Con gran habilidad comienzan a sacar conejos de sus relucientes galeras. Cada uno de nosotros vuelve al castillo con un conejo en su morral; estamos contentos en apariencia, pero llevamos en el corazón la sombra de una duda.

LXXXI

Nunca pudimos hacerle entender al idiota cómo son los conejos muertos.

—Tiene orejas largas —le decíamos, y traía un burro.
—Es pequeño —y traía una pulga.
—Es del tamaño de un perro chico —y traía un perro chico.
—Es un roedor —y traía una rata.
—Vive en el bosque —y traía una víbora.
—Tiene cuatro patas —y traía una mesa.
—Se desplaza por medio de saltos —y traía un canguro.
—Es blanco y tierno, simpático y sensual, de tacto suave y cuerpo palpitante —y trajo a su primita Águeda, con el corazón atravesado por un certero flechazo.