
JEAN CLAUDE FONDER (Lieja, 3 de deciembre de 1943)
LA INVASIÓN
La señora regresaba a casa. El coche estaba atrapado en un tráfico aún más liado que de costumbre. Su marido la llamó; su voz, resonando fuerte en los parlantes del coche, sonaba alterada. Le explicó que el cielo estaba lleno de aviones. Hacía unos minutos, desde la esquina superior izquierda de la gran ventana que les mostraba la inmensidad azul del cielo de Bruselas, apareció un avión muy grande. Luego dos, cuatro, diez. Segundos más tarde, había decenas, centenares de ellos descendiendo lentamente hacia la esquina inferior derecha de la ventana, en dirección al aeropuerto de Zaventem. Él creía que eran Tupolev.
Ella le pidió que colgara porque quería escuchar la radio. El locutor hablaba de los aviones rusos que ocupaban todas las pistas del aeropuerto. De los aviones, desembarcaban tanques que se dirigían hacia Bruselas. Volvió a llamar a su marido.
Cuando él contestó, un rumor sordo resonaba en el teléfono y también en el exterior del coche. A medida que se acercaba a su casa, el ruido crecía, cada vez más atronador. Eran los tanques recorriendo la avenida Louise, le dijo su marido gritando al teléfono. Dos interminables filas de tanques bajaban lentas y poderosas la avenida hacia el centro, con una bandera rusa en el capó.
Entonces, el marido encendió la televisión. La figura pálida, de ojos azules fríos y gélidos de Vladimir Vladimirovich Putin ocupaban toda la pantalla.
WIFI CONEXIÓN
Ayer Ellos estaban en la sala de estar. Delante de una mágica pantalla estaban absortos por un espectáculo resplandeciente, pero espantoso. Música romántica, gran despliegue orquestal y lirismo empujado a los extremos. Una joven mujer muy hermosa que llevaba una rara coraza estaba encerrada y adormitada en una isla en medio del Rin, un dios furioso la rodeaba con un temible fuego protector. Estaban conectado con la scala.tv
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Esta mañana en el baño, Él, asustado, intentaba liberarse. Facebook en su móvil le había notificado su interdicción y despedida definitiva. Adiós a los quinientos mil lectores que cada día seguían en el mundo entero sus inocentes artículos de cultura. Desesperado estaba pasando por un terrible e intransigente proceso de identificación virtual: escanear su tarjeta de identidad y grabar su cara con un video de identificación facial.
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Más tarde, Ella contaba vía Wasap con los manos libres a su mejor amiga en Milán, estos acontecimientos y después paso en revisión todos los eventos de los últimos días pasados y eso para casi toda su familia y sus amigos.
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Ahora, Él se ha liberado, atentamente instalado en frente a la pantalla, está en una video conferencia Zoom con siete compañeros conectados desde todos los rincones de Europa. Es un taller de escritura creativa, debaten pacíficamente sobre un cuento aterrador que terminaba en un maravilloso impulso poético.
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Llámenme Wifi, soy la conexión, estoy omnipresente, me pueden encontrar por todos los lados o casi, y si no me encuentran, no sé cómo van a salir adelante.

Envíos
Desde hacía muchos años, periódicamente, el hombre recibía en su domicilio cajas de cartón selladas. Tocaban a la puerta, él salía, recibía la caja y firmaba la planilla respectiva. Los vecinos, asomados a las ventanas y detrás de las cortinas, se preguntaban por el contenido y el origen de las misteriosas cajas. Después de firmar el hombre metía la caja al interior y esperaba hasta la llegada de la noche, cuando, en medio de la más absoluta oscuridad, abría la caja que no contenía nada.
Autor: pedro Querales
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