Además del Lazarillo o El Buscón, una de las novelas picarescas más representativas del Siglo de Oro español es Guzmán de Alfarache. Escrita por Mateo Alemán en dos partes —la primera en Madrid, publicada en 1599, y la segunda en Lisboa en 1604—, narra las aventuras y desventuras de un pícaro, al modo de una autobiografía en retrospectiva, desde la encumbrada atalaya de la vejez. No faltan, pues, los consejos y reprensiones moralizantes; no deja de ser, en parte, un discurso o sermón moral, doctrinal, no inusual en la época.
Fue una novela de gran éxito, que pronto se tradujo a los principales idiomas europeos, e incluso al latín.
Tal fue su celebridad que llegó a tener, al igual que el Quijote, en las groseras manos de Avellaneda, su propio apócrifo e imitadores.
La vida de Guzmán es, en cierta manera, un camino de perfección, una dura singladura para alcanzar la virtud, tras los yerros y miserias de su dispar trayectoria vital. La lección que se infiere es ciertamente significativa. En este sentido, al margen del mencionado Lazarillo, habría que remitirse a la literatura ascética, tan valiosa también y valorada en la época.
Y al humanismo erasmista, igualmente.
Su estilo es heterogéneo y multiforme (coloquial, moralista, retórico…). Precedente claro y protobarroco del propio Buscón.
Varias fueron las correcciones y supervisiones de la obra, que tuvo que esperar más de dos años hasta ser publicada. Varias también las ediciones, dado su interés y buena fama.
Retratos es un libro de poemas que, a modo de pictóricos lienzos, eternizan el momento pasajero. En él se disecciona, metafóricamente, una sucesión de instantes congelados por siempre sobre el tiempo. Pequeños retazos en remembranza de fugaces sombras preteridas
Un gran despliegue de relatos poliédricos que sorprenderá gratamente
a los lectores. Un ejercicio de talento literario e imaginación sin límite
alguno. Una vez que comience por el primero no podrá parar.
Aire Nuestro 