
LOS GALLOS DE LA NOCHE DE ELSINOR
La bruma del canal subía a envolver los jardines lacios. Los faroles, de vidrios húmedos, arrojaban durante el día una luz fatua, de alquimia.
La joven macilenta había cautivado mi atención al asomarse por la ventana con el propósito de descubrir la hora en el reloj de la plaza. El tiempo y la intemperie habían mancillado la esfera y oscurecido el número romano, más propio de una lápida.
Leer más