NOCTURNO
—Hace tanto tiempo —me dijo al oído, jadeante todavía, y se acomodó a mi lado, desnuda como el viento. Sombras sobre sombras; una línea de luz en las caderas. Sus ojos brillaban en secreto. Comencé a besarle las axilas; bajé a mordiscos por el perfil de luna; me detuve en las corvas; la escuché suspirar. —Sígueme soñando —le supliqué-. No vayas a despertar.
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