Una flor amarilla desconocida y misteriosa.

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En una novela que estoy traduciendo me encuentro con unas flores amarillas. Se llaman «figonias». ¡Que nombre tan raro! Empiezo a buscar en unos diccionarios bilingües, pero no encuentro nada. Por si acaso, busco en mi viejo y querido Carbonell, y nada, Busco en el diccionario de la Real Academia, y hallo la palabra «figón» que es una casa donde se guisan cosas de comer, y la palabra «begonia». Las begonias las conozco. Verifico si existen begonias amarillas. Encuentro fotos de plantas de begonias amarillas muy bonitas. ¿El autor quería ecribir «begonias»?  Me extraña. Si hubiera una errata sería fegonias, o bigonias. Figonias no. Busco en internet. Espero descubrir el nombre latino de la flor. A partir de él, trataré de encontrar su correspondiente italiano. Pongo «figonia» y me sale de todo, debido a su parecido con una palabrota italiana. Suspiro. Pongo «figonia, flor amarilla». Lo primero che me sale es el título de un cuento de Julio Cortázar, Una flor amarilla.

flor amarillaBusco en italiano: «figonia, fiore giallo». Nada. Busco en el diccionario Treccani: encuentro «antifigonia» y «eterogonia». Nada de flores. Podría poner figonias sin más. Pueden ser flores exóticas. Y no hay una traducción para todo. Pero, tengo que comprender de qué flor se trata. Normalmente se suelen encontrar por lo menos unas fotos en internet.

Se lo pregunto a un amigo botánico. No se conocen flores amarillas que se llaman figonias. Pido ayuda a una amiga que trabaja desde hace muchos años en la floricultura. « ¿Figonias, dices?» Propone unas hipótesis Pero no acierta a encontrar ninguna figonia. Decido preguntarselo al autor. En Italia las figonias son desconocidas.

Y él me contesta:

«No existen. En todos mis libros aparecen flores ficticias que son de mi invención. Quizá usted deba dejar el nombre tal cual o ponerlo en cursiva, pero nunca una nota al pie, por favor.»

Una nota al pie no la pondría nunca. Si existe un secreto del autor, el traductor debe respetarlo. Lo he hablado con la revisora y hemos puesto figonias en cursiva como si fuera un término de una lengua extranjera.

El libro lo traduje hace unos años y es una novela muy interesante. Pero el nombre del autor y el título aquí  no los pongo. Para mantener el secreto y no estropearle la sorpresa al lector.

Ya dicen que los traductores somos traidores: no conviene pasarse.

SILVIA SICHEL

Silvia Sichel

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