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INSTRUCCIONES PARA RESUCITAR A CORTÁZAR
La A es de Alfred Jarry; la B, de Borges; la C, de Charlie Parker; la D, de Duchamp. Vierta esta masa madre en una urna griega y añada un puñado de André Breton. O dos. O tres. Integre la pluma viajera de Verne, el lirismo ripioso de Mallarmé, un chorro de licor de Poe y varias capas de Magritte. Para entonces la mezcla debe oler a romanticismo rancio, a juego infinito, a Gauloises. Deje macerar cincuenta años. Finalmente sature con un divorcio, una barba y una pizca de Castro ─cada vez menos, cada vez un poco menos. Aléjese unos pasos y espere a oír el boom. Solo entonces podrá cosechar la fama, pero no se sorprenda si el resultado es un cronopio.
MARÍA SÁNCHEZ CABRERA
INSTRUCCIONES PARA COMER CHOCOLATE SIN ENGORDAR
Un estudio sociológico ha arrojado el dato estadístico que la humanidad necesitaba: al 110% de la población le gusta el chocolate. Sin embargo, una fuerte preocupación alimenta la conciencia de todas estas personas: ¿cómo gozar este placer sin que te obligue a comprar ropa nueva por morsa inaguantable? La solución no está en matarte a correr, tampoco está en la dieta ni en cortarte las venas. La solución en este mundo individualista está, irónicamente, en compartir.
Primero compra todo el chocolate que se te antoje, lo más sabroso, lo que más engorde. Bien, ahora sitúate en una plaza transitada por mucha gente; a la hora de la comida es lo más recomendable. Empieza por lo que más te gusta, es importante empezar bien arriba. ¿Sientes esa excitación? ¿La sientes? Pues grita, salta (pero con cuidado que no se te caiga lo que has comprado), tírate por el suelo si lo necesitas, libérate y enseña al mundo cómo se disfruta de un buen chocolate. Aprovecha este subidón y reparte chocolate entre los que te están mirando, esos delgaduchos envidiosos. Pero no seas generosa, para ti lo mejor y para ellos lo que más grasas saturadas contenga. Que se jodan y engorden ellos más que tú. No pares hasta que todo lo que has comprado se agote, espero que tu cara esté barnizada en cacao. Recuerda que estas instrucciones son para no engordar y, por si no te has dado cuenta, toda la excitación, los sudores por la vergüenza y todo el disfrute se han encargado de dejar a cero los azúcares de tu cuerpo. ¿Y sabes qué es lo mejor? Que cuanto más repitas esto, más engordarán todos esos que te miran en la plaza; y cuanto más gordo esté tu entorno, mayor será el margen para engordar o, quizá, consigues que el nuevo ideal de belleza sea la gordura.
La semana que viene aprenderemos cómo retar a tu cuñado racista a decidirse entre chocolate blanco, negro o con leche.
ROBERTO DEL CASTAR (La Puebla de Montalbán, 7de agosto de 1993)