Lunes, 21 de novembre de 2018 18h
Los ensimismados de Paúl Viejo
Club de lectura
Coordinadora:
Biblioteca del Instituto Cervantes, via Dante, 12
(Reserva obligatoria.)
- Este libro puede comprarse en Librería Il libro, Via Ozanam, 11 (MM1 Lima) 022049022
UNA MIRADA IRLANDESA
Sabes, él tiene problemas mayores que ese. No lo sabe casi nadie, pero los tiene aunque resulte difícil creerlo, ahí donde lo vemos como un hombre de éxito. Lo parece y no es que no lo sea, no, pero la gente solo ve un sombrero de fieltro nuevo cada semana, perfectamente ladeado sobre su cabeza, trajes que le caen como si estuvieran siempre almidonados, y esa mirada de jodido irlandés que llega aquí y triunfa y que no puede sino dar seguridad a cualquier cosa que diga, solo se puede pensar, vaya, este tipo tiene la razón. Y su perpetuo vaso de whisky. Y sus mujeres. Etiqueta negra, siempre, las dos cosas. Es el sueño americano, ya lo ves, un hombre que ha fundado su propia compañía y triunfa. Pero no es como Joe Cinccinatti, que siempre tiene a uno o dos amenazados y a tres o cuatro en el hospital. No, a él lo respetan. Te diría que incluso lo quieren. Cuando sale a cenar, sabes, y lo hace cada poco tiempo, siempre paga dos mesas, la suya y la de alguien a quien encuentre allí, un empleado o algún viejo conocido, da lo mismo y da lo mismo también lo que hayan cenado, él paga y se larga. Sin esperar a que le den las gracias. Eso no le gusta, pero ya siempre le van a estar agradecidos. Bueno, y algo envidiosos, porque dirán, vaya, a este tipo le sobra, ya lo tiene todo hecho. Y en parte tienen razón. Él ya lo ha logrado todo y podría dedicarse a envejecer disfrutando de placeres que ni tú ni yo hemos probado. Pero no, él no se conforma, tiene más sueños.
Le está agradecido a esta bendita tierra, claro, pero él siempre piensa que si en lugar de caer aquí se hubiese ido a París cuando pudo hacerlo todo sería diferente. Seguro que, entonces, no se hubiese hablado solo de Hem pasando hambre en ese café de la Closerie, sino de él y Hem intercambiando muchas fine a l’eau y muchas ideas hasta emborracharse. Sería diferente, y eso le ha quedado por hacer. Cada día lo recuerda y trata de ponerle solución, así que, por la noche, cuando sale del bar, aunque sea el último, siempre lo es, da igual la hora, o cuando deja su despacho dándole un beso a Marcy, la secretaria, para que al día siguiente llegue contenta y con ganas de trabajar, él siempre se va a su casa y se sienta a la mesa. Tiene una máquina de escribir nuevísima, la renueva cada poco tiempo, no sé muy bien por qué. Es su sueño más antiguo, sabes, él quiere ser escritor. Y lo intenta, vaya si lo intenta, eso no se puede negar. Él llega, cuelga todo en el perchero, se sube las mangas y se sienta. Coloca un folio en la máquina, hace crujir sus dedos y deja que planeen hasta que se posan sobre las teclas. Y aquí comienza el infierno porque, sabes, el papel nunca ha dejado de ser blanco. Nunca ha escrito una sola frase, ni una palabra. Todas las noches se prepara y dice voy a escribir un cuento, desde hace muchos años, pero nunca ha escrito. Se queda mirando la hoja durante horas, se estira el cabello, cambia de postura y se acomoda en la silla, pero nada, no avanza. Pasan minutos y minutos, mirándose, el folio y él, como si se estuvieran retando. Pero nada, así todos los días. Entonces, al cabo de varias horas él le da un golpe a la máquina, arranca el papel, lo arruga, o lo rompe y se sienta al borde de la cama, con los codos sobre las rodillas se lleva las manos a la cara, la oculta. A continuación enciende un cigarro y se queda mirando la pared a través del humo o de las lágrimas. El cigarro comienza a arder, la brasa retrocede conforme a su respiración, a sus suspiros. La oruga de ceniza va creciendo, se estira, hasta que cae y se estrella contra el suelo. Quizá la mira durante un segundo, pero continua succionando, haciendo correr el rojo por toda la superficie del cigarro, retiene el humo y lo expulsa; crea humo. Y el ascua se acerca siempre al final, desintegrando el filtro, acechando con peligro sus labios. Después arden sus dedos que son la prolongación lógica del cigarro, y el humo hace ondas en la mano pero también en su boca. El brazo se consume siempre a toda velocidad; en dos caladas la brasa se coloca en el hombro. Cada vez necesita abrir más la boca para expulsarlo. Todo el torso es ya ceniza envuelta en niebla. La brasa crepita en todas direcciones, lo mismo hacia el cuello, que baja por las piernas grises haciendo polvo y pavesas de las rodillas. Y suelta humo, más humo, más sueños. Entonces, una última combustión hace desaparecer su cabeza, dejando lo que antes había sido su cuerpo tan solo como una enorme voluta y acaso un aro de humo flotando.
Nada más, se acabó. Cada noche, cada puta noche, te imaginas. Para él eso es una pesadilla, así que termina cogiendo una botella de ginebra, que es lo que bebe cuando está en casa, y se emborracha para al menos poder dormir. Y por la mañana, pues eso, que no se note. Tiene que volver a ser el tipo amable que vemos. El perfecto hombre de negocios, y compañero de juergas, y amante, sin que nadie pueda sospechar qué ocurre cada vez que llega a su casa. Solo quiere escribir, un cuento, lo que sea. Ni siquiera pide luego publicarlo, eso le da igual, perfectamente podría comprar un par de páginas en Amazing Stories o en algún semanario, pero no es eso. Y le está machacando. Nadie lo sabe, pero está frustrado. Tiene un sueño que ninguno conocéis, lo que más ansía. No logra alcanzarlo, no lo hace, y para él la vida ya no es más que una Hispano-Olivetti que no arranca. No escribe, entiendes, quiere escribir y no escribe, ¿tú crees que le importa lo más mínimo que el marido de Cynthia Hughes lo esté buscando para pegarle dos tiros? No, no le importa.
Los ensimismados es un libro en conflicto permanente y cargado de contradicciones y tensión desde su propia estructura. Enfrentados en dos partes que dialogan entre ellas, “Los descreídos” y “Los ensimismados”, los cuentos que lo componen establecen una batalla entre el “contar” y el “no contar”, hablar o callar, por medio de personajes conscientes en todo momento de serlo, narradores que no quieren narrar pero fracasan, verdades que acaban convirtiéndose en ficciones, diálogos directos con el lector y cuentos que se corrigen a sí mismos. «Las ficciones de Paul Viejo nos hablan de un él que es luego un tú y, finalmente, un yo. Este escritor insólito establece un contacto permanente con el lector, verdadero protagonista de sus relatos […]. Singular hechizo el de su escritura». «Una de las colecciones de relato más inquietantes en muchos años». |

Paul Viejo (1978) es autor de la novela La madera y la ceniza (2003), del libro de poemas Extraña forma de memoria (2002), de la monografía literaria Sherlock Holmes: Biografía (Páginas de Espuma, 2003), y de la pieza teatral Quinta Avenida esquina con qué (2006), por los que ha recibido el “Premio Blas de Otero de Poesía 2001”, “Premio Nacional de novela Francisco Ayala 2002” y “IX Premio Arte Joven de Teatro”.
Ha traducido la Correspondencia 1899-1904 entre Chéjov y Olga Knipper (Páginas de Espuma, 2008) y preparado la edición completa de Diario de un escritor (Páginas de Espuma, 2010) de Fiódor Dostoievski y de losCuentos completos en cuatro volúmenes de Antón P. Chéjov (Páginas de Espuma, 2013-2016). También se ha encargado de la edición de la poesía completa de Ana Rossetti, La Ordenación (2004) y la de los poemas de Elsa López, A mar abierto (2006).
Ha ejercido la crítica literaria y colaborado con artículos culturales en diferentes medios nacionales como el diario Público, ABC Cultural o la revista Mercurio de la Fundación Lara.
- Paúl habla de Los ensimismados después de 2’25 minutos
hola amigos lectores y lectoras me gusta mucho esta pagina ya que también me gusta la lectura espero algun dia publicar mi primer libro por este medio, y sigan subiendo mas noticias de lectura
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