A raíz de un tuit de Pérez-Reverte, los periodistas, siempre ávidos de «noticias», se lanzaron, rápidamente, al cuello del escritor, equiparando una errata a un uso ininteligible y absurdo del lenguaje. Lo gracioso del caso es que, en esa hipercorreción periodística, al decir que Pérez-Reverte salió malparado —se entusiasmaron en exceso, sin duda— no lo escribieron junto como corresponde. Olvidando, también, por cierto, el consabido guión en el apellido del susodicho. La leche.