
Luces de Bohemia (1920/1924), obra de Ramón María del Valle-Inclán, tiene por protagonista a Max Estrella, viejo bohemio y poeta, símbolo de un pasado histórico decadente y, en cierto modo, de un fracaso ineludible.
En la gran obra del genial gallego se plasma y refleja una visión crítica, ácida, grotesca, de la España de esos primeros años del pasado siglo XX. Esta radical cirugía literaria se conoce como esperpento, una estética descriptiva de «espejos cóncavos». Deformación de héroes clásicos devenidos en tristes hidalgos de alfeñique que reflejan nuestra mísera realidad paseándose ante los peculiares espejos del madrileño callejón del gato.
La ceguera del ciego Max, nuevo Tiresias ibérico, nos ilumina. Sawa-Max ve más allá de lo evidente en su lúcido delirio. Viaja al fin de la noche para morir con el día (tras la tiniebla, la luz). Y esa es la lección de esta magna obra: otros son los ciegos, los pérfidos don Latinos; grotescamente ambiciosos. Aman la oscuridad.
De muchas y diferentes formas se ha llevado a las tablas. Miguel Ángel Díez la adaptó para la gran pantalla en 1985, con guión de Mario Camus.
Sin ninguna duda, una de las mejores piezas de la dramaturgia en español del siglo XX.

Un gran despliegue de relatos poliédricos que sorprenderá gratamente
a los lectores. Un ejercicio de talento literario e imaginación sin límite
alguno. Una vez que comience por el primero no podrá parar.