El microrrelato de los viernes: Dos micros de Vosotros, los muertos

GINÉS CUTILLAS
AHORA QUE NUESTROS NOMBRES SE ESCRIBEN EN PIEDRA

¡Qué raro que me llame Federico!

Federico García Lorca

Hasta los once años me llamé Federico, a pesar de que a mis padres no les convencía mucho el nombre. No está formado, decían. Cuando se le escriba en la cara, le pondremos uno más afín. Y así fue: a los doce, con el cambio de voz, decidieron que Federico ya no correspondía con mi talante, que el mejor nombre que me podía ir para la adolescencia recién estrenada era el de Francisco, Paco para los amigos. Este nombre me duró justo hasta la noche de bodas, cuando en pleno éxtasis, mi mujer me llamó Carlos. «Me casé con Paco y me desvirgó Carlos», era la típica broma que solía hacer a los conocidos.

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¡Qué raro que me llame Federico!

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Hasta los once años me llamé Federico, a pesar de que a mis padres no les convencía mucho el nombre. No está formado, decían. Cuando se le escriba en la cara, le pondremos uno más afín. Y así fue: a los doce, con el cambio de voz, decidieron que Federico ya no correspondía con mi talante, que el mejor nombre que me podía ir para la adolescencia recién estrenada era el de Francisco, Paco para los amigos. Este nombre me duró justo hasta la noche de bodas, cuando en pleno éxtasis, mi mujer me llamó Carlos. «Me casé con Paco y me desvirgó Carlos», era la típica broma que solía hacer a los conocidos.

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