[SIN TÍTULO]
Carmen Leñero
De pronto, amas de casa se montan en escobas y recorren los espacios nocturnos bajo el influjo lunar. Sus consignas tienen resquemor de maleficio, y de aquelarre, sus tertulias. El fabuloso conjuro incendia Salem, y quienes vuelven la cabeza quedan convertidos en estatuas de sal. La misma con la que sazonan guisos para servir a la mesa del poder diurno.
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