
Todas las moscas del Círculo Polar vienen de mis noches de insomnio. Así es como viajan: el viento las lleva de carnicero en carnicero; luego los rabos de las vacas se afanan cuando toca ordeñarlas. De noche, en los bosques del norte, escuchan al alce y al somorgujo... Allí el verano es tan corto que apenas tienen tiempo de contarse las patas. «Tan valientes como un sello cruzando el océano», zumban y suspiran, y enseguida es hora de hacer bolas de nieve, de las grises y pequeñas con piedras dentro.Leer más