El microrrelato de los viernes: Dos micros con fragmentos

MEDIA ABUELA

Siempre tuve media abuela. Me miraba con su único ojo, me abrazaba con la mitad de las costillas y apenas un pecho. Respiraba con un pulmón y cuando escuchábamos música, ponía la oreja izquierda hacia los altavoces. Un día, mamá cavó un agujero junto al haya roja. Enterramos la cajita con sus cenizas y las trenzas que le cortaron a los quince años. Aunque murió la mitad de ella, la lloramos entera.

ISABEL WAGEMANN (Valdivia, Chile, 1972)

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UN ROTO PARA UN DESCOSIDO

En el verano de 1999, sin darme cuenta, me enamoré de un hombre al que le faltaba el brazo izquierdo, supongo que tuvo que ver con que soy tuerta del ojo derecho.

Con el paso de los días pude constatar que no era el brazo izquierdo lo único que le faltaba pero cuando vine a darme cuenta ya no tenía remedio: me había enamorado como sólo se puede enamorar una colegiala tuerta.

De entre las cosas que le faltaban, lo más llamativo (¿Cómo pude haberlo pasado por alto?) era que su vocabulario carecía de por favor, tampoco tenía perdón ni mucho menos gracias. Y aunque exhibía una gran profusión de dame así como de tengo y de soy, no había en él ni rastro de qué te pasa, de cómo estás, cariño o de qué puedo hacer por ti.

Todo ocurrió en un verano pegajoso de calor y moscas. La arena quemaba y sobre el mar flotaban bolsas o medusas. Mi tumbona estaba al lado de la suya en la playa. Me pidió fuego y aunque no fumo fui a buscar un mechero al chiringuito cercano. Encendió su cigarrillo con un gesto que quise creer que era de seducción, se llevaba el cigarrillo a la boca con su mano derecha y hacía círculos con el humo mientras me miraba de arriba abajo como sopesando la mercancía. Desde su sitio no veía mi cuenca vacía, desde mi sitio no veía su brazo ausente. Cuando cayó el sol y recogimos para irnos todo estaba decidido, las mutilaciones ya nos daban igual, creo que incluso convienen a nuestra relación porque con mi ojo único sólo veo la mitad de sus defectos y el brazo que le falta no me golpea.

RAMONA LÓPEZ GÓMEZ (Lorca, 25.05 1967)