Ya hablamos, en un artículo anterior, del fray Luis traductor. Qué decir, sin embargo, del fray Luis poeta.
Teólogo de gran convicción y amplios conocimientos, plasmó buena parte de sus creencias en poéticos textos de inspiración bíblica.
En ellos también se percibe el influjo ineludible de los grandes autores clásicos grecolatinos con Horacio a la cabeza.
Creador y erudito a un tiempo, contribuyó a la grandeza de las letras del siglo XVI —ese siglo de Oro, junto al XVII— con copiosas aportaciones de sobria y, no obstante, brillante estética y espiritualidad.
Nombre señero de ese humanístico período, junto a los Aldana, Ercilla, Herrera o de la Cruz.
Clásico decisivo.
Retratos, el nuevo libro de David Baró, lo conforman poemas que, al modo de pictóricos lienzos, eternizan el momento pasajero. En él se disecciona, metafóricamente, una sucesión de instantes congelados por siempre sobre el tiempo. Pequeños retazos en remembranza de fugaces sombras preteridas.
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