
En casi todas las casas era frecuente tener, entre otros libros —diccionarios diversos, enciclopedias, guías médicas, colecciones de historia, etc…—, una Biblia y un Quijote. Esto, que ya de por sí animaba a la lectura, significaba enseñanza de vida y esperanza. El propio Cervantes refiere y cita en su obra magna, de un modo más o menos explícito, abundantes pasajes y versículos de los Evangelios.
Quizá estos hábitos y lecturas (se habla mucho del hábito de la lectura) se han perdido. O tal vez, nunca fueron muchos los que leyeron tales libros. Sin embargo, no estaría de más recuperar ciertas costumbres. Y en cualquier caso, no requiere mucho esfuerzo ni inversión. Siempre se puede acudir a la biblioteca más cercana.

Un gran despliegue de relatos poliédricos que sorprenderá gratamente
a los lectores. Un ejercicio de talento literario e imaginación sin límite
alguno. Una vez que comience por el primero no podrá parar.