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DESAMPAROS
Viernes casi medianoche, la casa en silencio, la puerta de su
cuarto entreabierta, mi madre frente al espejo y mi padre de
viaje, ausente, el olor a perfume, su vestido sobre la cama, los
tacos altos, el peine en su pelo tan largo, el lápiz delineando
sus ojos verdes, el rouge colorado en los labios, su mirada
descubriéndome, la sonrisa cómplice y su voz. “Vení, vení”,
mis pies descalzos sobre la alfombra, la muñeca en la mano,
el piyama de felpa.
De repente, el sonido estridente del teléfono, la cara de
preocupación, el collar de perlas enredándose entre los dedos,
el gesto inequívoco, la Barbie abandonada sobre la cama, mi
silueta temblorosa en el pasillo. Desde allí palabras sueltas
que llegan y se hacen gritos, la música de la radio, su espalda
en el espejo, los dragones del kimono de seda, el chasquido
del teléfono, mi nombre pronunciado entre lágrimas. «No
lloro, no lloro», el abrazo, el temblor de su cuerpo.
El paquete de Virginia Slims, su boquilla de nácar, la
llamita del encendedor y el olor a menta, mis ojos cerrándose,
la calma de nuevo. «Te pinto, a ver… así», mis dedos torpes
abrochando el collar en su cuello, ella sentándose a mi lado,
sus piernas tan largas, las medias con costura de nombre
francés, el reflejo de las dos en el espejo.
Un vaso de Tres Niñas en mi mesita de luz, las cobijas, el
oso de peluche, un beso en la frente, mi madre tan bella con
el vestido negro y su tapado de piel, arropándome. «Dormí.
princesa», los pasos amortiguados en la alfombra al alejarse.
y antes de cerrar los ojos, desde la puerta, la sonrisa triste y
sus ojos claros.
SANDRA PATRICIA REY (Buenos Aires, el 19 de enero de 1962).
El cuento escogido pertenece al libro MATRIOSHKAS, Ediciones Ruinas Circulares (Buenos Aires, 2014).